La lucha contra los robos en el rural ourensano es una empresa difícil: la provincia es ancha y dispersa, tiene 7.200 kilómetros cuadrados de extensión, 2.600 localidades, en el 90% de los núcleos viven menos de 100 vecinos y el abandono amenaza 335 aldeas. Prevenir delitos en las iglesias es una tarea incluso más ardua. Hay más de 735 parroquias adscritas al Obispado de Ourense -al de Astorga pertenece la comarca de Valdeorras- y muchas no pueden celebrar eucaristías con frecuencia o abrir porque ya no quedan fieles suficientes en la zona, o fondos para sostenerlas. Los robos de las pequeñas cantidades de dinero que se conservan en los templos rurales, monedas de limosnas, "están a la orden del día", reconoce la Diócesis, pero muchos no se comunican a la Guardia Civil "porque es mayor la molestia que lo que logras con la denuncia. Si aparece el ladrón es por chiripa. No existe un interés por buscar, porque no tienen medios ni personal, o no pueden. Archivan y punto", señala con escepticismo el delegado diocesano de patrimonio, Miguel Ángel González. El último suceso en manos de las autoridades tuvo lugar en la iglesia de Piñeiro de Arcos, en el municipio de Sandiás. Autores desconocidos forzaron una puerta de acceso al templo y se apoderaron el dinero de las limosnas. La Guardia Civil investiga.

El párroco, de 80 años -los sacerdotes ourensanos tienen 67 años de media-, acudió al cuartel del instituto armado en Xinzo de Limia -el municipio limítrofe- para presentar la denuncia por la sustracción de la recaudación de los cepillos. No pudo precisar la cantidad. Al parecer, los ladrones tantearon la puerta grande del templo pero acabaron forzando en un lateral la pequeña, a la que ya cambiaron la cerradura. El templo está alejado del pueblo. No hay casas cerca que pudieran disuadir a los ladrones. Al alcalde, Felipe Traveso, que se enteró del suceso por la prensa, no le consta si ha habido más robos en la zona.

En la mayoría de templos del rural no quedan objetos de valor patrimonial ni económico. Es la directriz que el Obispado dio a los párrocos ante la inseguridad que experimentaron en los últimos años. Además de robos con fuerza como el de Sandiás se han registrado casos de mayor alarma social, con religiosos víctimas, asaltos con violencia y agresiones. El caso más grave y tráfico ocurrió en marzo de 2015. Dos investigados están libres y la Audiencia valora si mantiene o archiva la causa por el homicidio de Adolfo Enríquez, cura de Vilanova dos Infantes (Celanova), víctima a los 77 años, a golpes, en un robo en el que desapareció la talla del siglo XVII de la Virxe do Cristal, muy venerada por los fieles, sobre todo en la comarca.

"La normativa del Obispado es que las obras susceptibles de ser robados estén debidamente recogidas, tanto la piezas de orfebrería y plata, como las imágenes que tenga valor", una razón que llevó a mucha parroquias a tener reproducciones. La Diócesis ourensana también desaconseja guardar en las iglesias medallas o cadenas con las que los fieles agasajan a la Virgen. Además, indica a sus curas "que pongan los medios de seguridad que puedan en las puertas. En algunos templos hay alarmas, pero tenemos muchas parroquias que no pueden pagar la luz y ha de hacerlo el Obispado, como para que tengan más gastos", explica el delegado de patrimonio.

Los tiempos han cambiado. En algunas parroquias del rural era frecuente que el sacristán o algunos fieles guardaran en sus domicilios los objetos de valor, para que no quedaran expuestos a los ladrones en el interior de los templos cuando no se celebra actividad religiosa. Pero esa labor de custodia, aunque no ha desaparecido del todo, es menos habitual en la actualidad. En parte, porque las aldeas se despueblan. También "porque hay quien ya no puede o no quiere esa responsabilidad".

El riesgo a que haya un robo en la iglesia aumenta las prevenciones. "En la zona de seguridad del Obispado han entrado esta semana 5 cruces procesionales de distintos pueblos. De otra parroquia próxima a la ciudad, los vecinos vinieron a traerla por temor", cuenta Miguel Ángel González.