Todos llaman "jefa" a Olga, la directora y, sin embargo, los comentarios son elogiosos y agradecidos. En la residencia Virgen Blanca de A Farixa conviven el presente y el pasado de 29 mujeres y 26 hombres mayores que llevan la vejez en común. Cada uno con sus vivencias y sus achaques, con sus arrugas y bastones, sus silencios y sus sonrisas. En la provincia de Ourense hay 3.550 mayores en geriátricos, un 3% de los habitantes con más de 65 (96.000). El dato aproximado -censo de población y viviendas de 2011, la estadística del INE más actualizada hasta 2021- retrata la realidad demográfica al comparar este territorio con otros. Ourense tiene más ancianos en residencias que zonas de España más habitadas, desde Pontevedra -3.355 mayores en geriátricos en una población de más de 940.000-, a Almería -2.496 de entre 700.000-, Las Palmas -2.265 entre 1,1 millones de habitantes- o Tenerife -2.748, según el mismo dato, entre 1 millón-.

"Estoy encantada de la vida, no quiero marcharme, aquí estamos en el cielo. Hice muchas amistades e igual me echo un novio, porque hay a elegir", dice con un entusiasmo contagioso Rosa Sousa, de 92 años. Nacida en Lobios y asentada en la ciudad hace medio siglo, con 5 hijos y 13 nietos, llevaba viuda 11 años. En la residencia de la Fundación San Rosendo de A Farixa ha combatido la soledad. Unos 21.700 ourensanos con más de 65 años -16.300 viudos- viven en casa sin nadie a su lado. La mayoría -14.900, el 69%- son mujeres. "Yo estaba en un edificio con 8 vecinos, pero fueron muriendo todos hasta que nos quedamos una vecina en silla de ruedas y yo. Notaba mucho la soledad, sobre todo de noche. Por eso dije: me marcho".

Con un vigor envidiable a sus 92 años -más de 7.300 ourensanos han rebasado los 90-, Rosa no perdona su afición de cada día: paseo y un café largo -trae churros a la residencia si ya ha desayunado- con la lectura del periódico. "En mi casa estaba mal: sofá, televisión, cama. Aquí tenemos libertad total". La residencia de A Farixa, en la que trabajaban 12 personas, es un centro abierto, con habitaciones individuales, jardín, servicios de medicina y terapia ocupacional. Es uno de los cerca de 80 geriátricos para mayores, según la web de la Consellería de Política Social.

Hay ancianos que llegan a la residencia tras un achaque o un susto viviendo solos. Victorina González, natural de Anllo (San Amaro), celebra hoy sus 86 años. Los médicos que la atendieron tras un ictus le recomendaron la vida en un geriátrico. Ella lleva cuatro meses en A Farixa. Sus primeros días, duros, quedan atrás. Aguantó dos jornadas y se marchó: "Me sentí con melancolía y tristeza al salir de casa. Tenía algo", dice posando una mano en el pecho. Victorina no se amilanó. Buscó consejo y aprovechó su carácter positivo y abierto. "Hoy puedo decir que estoy mejor aquí que en casa. Son maravillosas tanto las auxiliares como la jefa".

Antes del ictus cantaba en un coro. Asistía a las actividades que programaban para pensionistas,: talleres de memoria y literatura o "el de levantarse con una sonrisa". Todos los viernes a las 7.30 de la mañana nadaba en el pabellón. Una operación de cadera le impide ahora ir al auditorio o a alguna charla, como acostumbraba, pero ha descubierto el juego de las cartas.

Una caída en la cocina de su casa, donde vivía sola desde la muerte de su marido hace 19 años -"aunque todos los domingos venía la familia a comer", puntualiza-, fue el punto de inflexión para Josefa Vázquez, oriunda de Maside y de 90 años. "Me caí y cuando desperté, pulsé el botón de teleasistencia. Vino la ambulancia y me llevaron al hospital, donde me dio otro vértigo. La asistenta que tenía en casa para hacer las tareas me dijo que no podía estar sola, pero fue decisión mía irme a una residencia". Josefa lleva 16 meses en Virgen Blanca. "Desde el primer día que entré me sentí como en mi casa, feliz y contenta. Me adapté bien, me llevo con todos. Estoy tan cómoda que me parece que estoy pasando lo mejor de la vida".

Un nuevo amor después de los 80

Las ourensanas tiene una esperanza de vida de 85,8 años, superior a la de los hombres (80,2). Las cuatro mujeres que nutren este reportaje perdieron a sus maridos. Para Milagros Fernández -86 años-, la vida reverdeció cuando conoció hace un lustro en la residencia -lleva 6 años- a José Atanes. Un "hermano" que es un novio, termina concediendo, y que la ayudó a salir del pozo negro de la depresión. "Nos enamoramos en la mesa, él me quiere a mí y yo a él", relata esta mujer de Maceda. Lo visita cada día en el hospital, donde está ingresado, de la misma manera que él iba a verla cuando ella enfermó. Milagros eligió A Farixa tras sufrir, como Josefa, una caída en la casa de Maceda donde estuvo menos de un año sola tras una temporada con sus hijos en Euskadi. Podía volver con ellos o ir a un geriátrico. No quería entorpecerlos y una médica le recomendó la residencia Virgen Blanca. "Estoy encantadísima".

El entusiasmo de las cuatro señoras se contagia durante la foto de grupo. Los compañeros posan junto a ellas con alegría, bastón en alto. En su otoño vital luce la primavera.