Cuando llueve con intensidad se forman balsas de agua. Las aceras son estrechas. Los vehículos abusan del ancho del carril en sentido A Ponte para poder adelantar. El peatón percibe cómo se mueve la estructura -calma, es seguro-. La iluminación, mejorable, apunta en otra dirección y no realza el diseño modernista, que recuerda a Gustave Eiffel. El Puente Nuevo se aproxima a su centenario y sigue cumpliendo su función. En 2018 se conmemora un siglo de la puesta en marcha de una infraestructura que abrió la puerta a la modernidad. Escribió Valente que el amor está en lo que tendemos (puentes, palabras). ¿Quieren Ourense y los expertos al segundo paso más antiguo sobre el Miño?

La empresa Construcciones hidráulicas y Civiles J. Eugenio Rivera, de Bilbao, lo levantó por 1,1 millones de pesetas, bajo el diseño del ingeniero Martín Díaz de la Banda. La primera piedra se colocó en 1910 y se inauguró en junio de 1918. En los extremos está realizado con fábrica de sillería. El vano central, de acero y un arco a modo de parábola, salva una distancia -o luz- de 74 metros. "El Puente Nuevo nos transmite esa ligereza que otorgan el acero empleado en su construcción, en una época en la que el estilo arquitectónico que imperaba en Europa era el modernismo. Fue un periodo en que Ourense no crecía en exceso pero sí se renueva y moderniza, empieza a mirar lo que sucede fuera, aparece un cambio de mentalidad y la preocupación por embellecer", describe Alberto de Paula, presidente de la delegación ourensana del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG).

"Es el único puente de la ciudad que aúna un importante tránsito tanto peatonal como de tráfico rodado. Se debe claramente a su situación estratégica y a una buena solución estructural que permanece inalterada con el paso del tiempo, llegando a convertirse en una pieza icónica del patrimonio arquitectónico de Ourense", destaca el arquitecto Marcos Pérez.

El Nuevo aparece con belleza entre la sucesión de pasos que se concentran en un trecho corto del Miño: el puente de la presa hidroeléctrica de Velle, la pasarela de Oira, el viaducto del ferrocarril -el de mayor cota-, las pasarelas de O Vao y Outariz, y antes el puente del Ribeiriño -o Novísimo- y del Milenio, una obra que aviva el debate de los expertos sobre su idoneidad, diseño y coste. "El Puente Nuevo es una obra que ha envejecido muy bien, tremendamente digna, construida para complementar el puente de origen romano con las características de puente urbano y cuidando mucho la fábrica, en contraste con otros que vinieron después como el Milenio, que creo que es una obra muy equivocada desde el punto de vista tipológico y formal. Fue un empeño de la administración autonómica y local, no había necesidad funcional", analiza Carlos Nárdiz Ortiz, doctor en ingeniería de caminos, canales y puertos, y profesor de la Universidade de A Coruña (UDC). En 1989 publicó junto a Segundo Alvarado y Manuel Durán un estudio monográfico sobre la materia: Puentes históricos de Galicia.

En Ourense, una población con menos de 106.000 habitantes, el parque de automóviles es de casi 70.000 unidades, con una antigüedad media de 11 años. El Puente Nuevo, que nació para conectar el centro de la capital con la entonces estación ferroviaria de Canedo -en el antiguo concello separado-, hoy es una de las zonas con más tráfico: la intensidad media llega a 850 vehículos al día.

"Sigue mostrándose joven pero necesita una revisión y redistribución del tráfico", opina de Paula. "Se ha convertido en un paso entre dos espacios de la ciudad totalmente consolidados. Es un puente incómodo para el peatón, con estrechas aceras y donde los vehículos, como en tantos otros lugares, campan a sus anchas a unas velocidades a todas luces excesivas. Probablemente la solución pase por eliminar uno de esos dobles carriles invisibles que hay en dirección al barrio de A Ponte, y redistribuirlo entre las estrechas y maltrechas aceras actuales. En definitiva, sería necesario pensar más en el peatón y no tanto en el coche".