Lleva 46 años sobre los escenarios y no quiere ni oír hablar de retirarse. Moncho Borrajo lo tiene claro: "me planteo trabajar menos, pero no lo dejo, que tengo que alimentar el mono", asegura el actor y humorista nacido en Baños de Molgas. El cómico ourensano que ya de niño contestaba en verso hasta en las conversaciones con sus padres, trae este domingo su último espectáculo a la ciudad. "Cosas Mías 2" estará en el Auditorio Municipal a partir de las 19.00 horas, tras una parada previa mañana en el Pazo da Cultura de la capital pontevedresa.

- ¿Qué van a encontrarse los espectadores en "Cosas mías 2"?

- Me gusta definirlo como un espectáculo a la carta. En él hay cosas que solía hacer antes, que la gente me dice que echa de menos, y también he incluido cosas nuevas. Hay un monólogo, imitaciones, cosas escatológicas, porque es algo que siempre funciona muy bien, e incluso en algún momento puede que hasta tenga una conversación telefónica con alguien que está en Bélgica...Además, recientemente he modificado el final.

- ¿Cómo terminará en Ourense el espectáculo?

- No pude resistirme a hacer mi protesta "borrajiana" después de lo sucedido en Galicia con los incendios. Así, mantengo una conversación con un pino que no entiende por qué quemamos el bosque, ni por qué hay eucaliptos en Galicia. Se crea un momento muy mágico y emotivo, en Vigo la gente se puso de pié. Creo que les gustó mucho.

- ¿La crítica social es parte importante del trabajo del cómico?

- Totalmente. El cómico tiene una doble función, además de hacer reír debe tener una vertiente crítica. Todos los grandes humoristas la tienen y suele emplearse para decir unas verdades impresionantes, así lo hacían Cantinflas o Groucho Marx. La sonrisa es una crema perfecta para incluir algún detallito que como se dice de broma, parece que entra mejor, sobre todo si haces las cosas sin odio, sin mala leche, sino con cariño que es como mejor funciona todo.

- Después de más de media vida actuando ante el público, ¿todavía impone?

- Los nervios siempre los tienes, y más aún al actuar en mi tierra. El domingo vendrán vecinos de Baños de Molgas, amigos y familia, y ellos son siempre los que esperan más de ti, son exigentes. Yo creo que cuando era más joven era más irresponsable y no me preocupaba tanto. Lo peor es el primer cuarto de hora, hasta que la gente empieza a reírse. Tras las primeras carcajadas ya siento que los tengo en el bote y me relajo un poco. Aún así, los nervios son algo positivo, yo creo que la mala señal llegará el día que no los llegue a sentir.

- Uno de sus talentos más famosos es su capacidad para la improvisación. ¿Es algo que puede ensayarse de alguna forma o se trata simplemente de un don?

- Hay gente que se prepara para ello y existen escuelas en países como Argentina o México, en las que se habla de una técnica para improvisar. Yo creo que es algo con lo que he nacido. Aún así, lo básico para la improvisación es tener un buen vocabulario, no llega solo con "colega", "tronco" y "debuti".

- Además, la gente a veces se lo pone difícil y le plantea palabras complicadas para que haga sus poemas instantáneos.

- Sí, sí. Hay personas que vienen a los espectáculos con palabras preparadas. El otro día, por ejemplo, me dijeron "clítoris" y me dije, ay Dios mío, a ver como meto yo esto ahora en una canción. Siempre les digo que "amor" o "flor" no valen, que son demasiado fáciles, pero después llegan con algunas como "esternocleidomastoideo". Pero al final uno acaba saliendo, es algo que se me da bien. He tenido la suerte de descubrir que tenía esa cualidad, hay otros que nunca llegan a saber lo que se les da bien.

- ¿Recuerda el momento en el que descubrió que las palabras eran lo suyo?

- Desde niño. Con trece años escribí un examen de literatura sobre los poetas místicos en verso, y no me llevé matrícula porque me confundí en una rima. A mis padres los tenía fritos, porque usaba el verso para hablarles hasta en las situaciones más sencillas.

- Siempre dice que España es un país que no deja de sorprenderle. ¿Hay algo en particular ahora mismo que le sorprenda o le moleste?

- Me sorprende que la sensibilidad se ha llevado hasta límites ridículos. Parece que ya no se puede hacer chistes con nada porque todo el mundo se ofende, lo políticamente correcto es una censura terrible. La gente salta enloquecida al menor comentario que no encaje en ese término. Pero después, nadie es capaz de hablar de lo importante, de protestar porque cada año mueran a manos de sus maridos cincuenta mujeres o el maltrato que diariamente sufren niños y ancianos. Me parece muy preocupante.