Puso el intermitente de la derecha, pegó el coche al arcén y se quitó los zapatos. Ni siquiera apagó el motor. Caminó hacia la barandilla del viaducto del Deza, en la AP-53, y se colocó del lado exterior. Allí permanecía, rígida y con la mirada perdida, cuando se acercaron dos agentes de la Policía Local de Ribadavia que se dirigían a un curso en la Academia Galega de Seguridade Pública, AGASP, de A Estrada. No miró ni respondió cuando uno de ellos le habló con voz calmada. Tampoco pudo percibir que otra persona se situaba detrás. De repente se quitó la gafas y las dejó caer. Fue la señal que ambos agentes interpretaron como la definitiva y decidieron intervenir: "O hacíamos algo o se precipitaba al vacío".

Los hechos los relata Miguel, agente con 19 años de experiencia, que el lunes viajaba con su compañero José Antonio, al curso de formación. Iban de paisano y en un vehículo particular cuando, a la entrar del viaducto, observaron el coche estacionado en el arcén de la derecha, con el intermitente puesto. Eran las 8.25 horas y el termómetro marcaba 1º de temperatura, había poca luz y niebla, pero pudieron ver a escasos metros del vehículo la silueta en la barandilla.

Lo primero que hicieron fue avisar al 112, que los puso en contacto con la Guardia Civil de Tráfico. "Mientras esperábamos a que llegasen los medios intentamos ganar tiempo hablando con ella pero creo que hasta el momento final ni siquiera nos vio", cuenta Miguel, impresionado por el episodio.

La mujer, de unos treinta años, estaba descalza y vestía camiseta de manga corta y 'leggins'. El agente, que en otras dos ocasiones estando de servicio afrontó sendos intentos de suicidio, relata que esta vez fue diferente. "Es la primera vez que me sucede algo así, que la persona no hable ni responda a ningún estímulo", indica.

Así permanecieron unos 18 minutos hasta que el paso de un tráiler, que además hizo sonar el claxon, provocó que la plataforma del viaducto, y ellos mismos, se tambaleasen. "Pensé que sería el final, que el rebufo la haría caer, pero se mantuvo firme", y en cuestión de segundos, la mujer tiró las gafas. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que tenían que actuar. "Por lo visto y aprendido, interpreté que ese gesto era un aviso, nos estaba diciendo que dejásemos de intentarlo, que se iba a tirar de todos modos". Por suerte, apunta, ambos compañeros se entienden muy bien y con un sólo gesto de Miguel, José Antonio entendió que era el momento de actuar: "Nos abalanzamos sobre ella y José Antonio, por detrás, la agarró con fuerza y la retiró de la barandilla", explica.

En ese momento, la joven entró en shock, probablemente por hipotermia, así que los agentes le pusieron una cazadora por encima y la resguardaron en el interior de su vehículo, con la calefacción puesta, esperando a que llegase la ambulancia. En todo ese tiempo la mujer no pronunció palabra. "Cuando recuperó la consciencia y entró en calor se echó a llorar y no paró hasta que llegaron los sanitarios".

La mujer fue trasladada a un centro hospitalario y los agentes continuaron su camino hasta la AGASP, donde contaron lo que acababa de suceder y recibieron las felicitaciones de sus compañeros. Ayer, la Unión Galega de Policías Locais, UGPOL, propuso que se les conceda la medalla al mérito policial por "un acto heroico, arriesgando sus propias vidas, estando fuera de servicio". "Los valores, la total dedicación y esfuerzo, junto con la voluntariedad, son inherentes a la función de la Policía Local y debe ser objeto de reconocimiento y valoración", señala la asociación de agentes.

Miguel, que habla también en nombre de su compañero, agradece la propuesta que, en todo caso, tiene que partir del Ayuntamiento de Ribadavia, pero afirma que "nuestro mayor reconocimiento es haberle salvado la vida a la chica, lo que venga después, bien está, pero la satisfacción personal y profesional que sentimos, así como las muestras de apoyo de los compañeros, es el mayor reconocimiento que podemos recibir".