Después de la celebración del acto de canonización de San Faustino Míguez, la aldea de Xamirás, en Acevedo do Río, Celanova, gana relevancia entre la comunidad calasancia. El pueblo recibió ayer la visita de 500 alumnos de los cuatro centros que la comunidad tiene en Galicia: el Santo Ángel de Ourense, el Padre Míguez de Vigo, el Colegio Calasancio de Pontevedra y el Colegio Calasancias de A Coruña.

La visita a la aldea se produjo después de que los alumnos asistiesen en el salón de actos del colegio Maristas de Ourense a la representación del musical que recrea los pasajes más importantes de la vida de Faustino Míguez, a cargo del colegio Divina Pastora de Buenos Aires. Tras la doble sesión a las 11.00 y 13.00 horas, los estudiantes de ESO y Bachillerato visitaron Celanova y no sólo conocieron el lugar en el que nació un santo, sino que contaron con uno de sus sobrinos, Pablo Montero, como guía. "Pero si es como la aldea de mi abuelo", llegó a decir una de las alumnas al llegar al pueblo caminando desde la iglesia de San Cibrao, donde el santo rezaba el rosario de pequeño con su madre.

Tanto Raquel Barreiro, directora del colegio Padre Míguez de Vigo, como la jefa de estudios del Santo Ángel de Ourense, Inés Vázquez, aseguran que la visita ha sido muy reveladora para los alumnos porque "pone en la realidad" a un personaje muy conocido por ellos pero a la vez muy lejano ya que falleció en 1925, explica Barreiro. "Ver donde nació y darse cuenta de que esa figura también fue un niño o un chico como ellos les ha gustado mucho", apunta Vázquez.

En Xamirás, que ayer salió de su silenciosa rutina con la visita de 500 escolares, también ha resultado emotiva la canonización de Faustino Míguez. Algunos de los vecinos incluso viajaron a Roma para asistir a la celebración.

María Pérez reconoce que representa un "mérito grande para el pueblo" y señala que la figura del beato y ahora santo ha estado siempre muy presente en la aldea. José Méndez, que estuvo 33 años emigrado en Venezuela y pleitea ahora en los juzgados por la pensión, asegura que en Xamirás están "muy contentos" con la canonización de Faustino Míguez, del que muestra orgulloso una medalla en miniatura que desde no sabe cuántos años hace lleva en su monedero. Concepción López tiene muy presente la vida y obra del hombre que falleció unos años antes de que ella naciese. "O que me dicía a mamá", rememora. Un vecino más que logró algo tan importante como abrir la educación a las niñas.

Es una de las máximas que la congregación calasancia sigue defendiendo hoy. "Nosotros siempre les recordamos a los alumnos que gracias a personas como él la cultura llega a todas partes, y que es una lucha que tiene que continuar porque todavía hoy hay culturas en las que las niñas no reciben educación", señala Inés Vázquez, del colegio Santo Ángel. Poner los pies en el mismo suelo que Faustino Míguez pisó durante los primeros años de su vida "les ha ayudado a tomar conciencia de lo que él consiguió".

Raquel Barreiro sostiene que el discurso del santo mantiene hoy su vigencia porque "habla de ayudar a los necesitados, de la atención a la diversidad y de la igualdad entre hombres y mujeres", de ahí que en las aulas continúen trabajando con sus escritos.

A la emoción de visitar la aldea natal se unió, relata Barreiro, la oportunidad que los alumnos tuvieron de entrar en la casa natal del religioso, hoy resultado de varias reformas posteriores. "Ves que el que abre la puerta es su sobrino y que al asomarte a la galería contemplas el mismo paisaje que él veía cuando empezó a interesarse por las hierbas medicinales y la educación de las personas", describe la directora del colegio Padre Míguez, de Vigo.

Los escolares visitaron también la iglesia parroquial y Mosteiro de San Rosendo, donde el santo ejerció el magisterio en la época en la que estuvo asentado el Colegio de las Escuelas Pías en Celanova.

Para el sobrino del santo, Pablo Montero, la experiencia también ha sido gratificante. "Da gusto ver rapaces por aquí", dice en referencia a una aldea que como tantas de Galicia se queda sin gente. Recién llegado de Roma, Montero destaca la "alegría" en las personas que asistieron a la canonización.