María Páez no quiere marcharse de Viana do Bolo. Allí tiene su vida, su casa y una explotación vacuna con 40 cabezas. Sin embargo, y a pesar de su deseo, reconoce que la situación de sequía que castiga a la montaña oriental de la provincia, les está poniendo la supervivencia muy difícil.

"La mayor parte de nosotros se pasa el día sin poder hacer otra cosa que buscar agua para las reses", relataba esta ganadera a la que la falta de lluvias también ha dejado sin apenas producción de castaña, lo que normalmente supone una ayuda económica con la que podría financiar la seguridad social o el gasóleo para la explotación. Los pozos se han secado, lo que obliga a los ganaderos a marchar con sus reses hasta puntos como el embalse de O Bao, para dar de beber a las vacas. Otros han probado a captar el agua en cisternas desde la presa, pero según aseguran les han amonestado.

Pero no solo el agua del ganado es un problema, también lo es su comida. "Ya estamos consumiendo el forraje que habíamos almacenado para el invierno, porque no hay pasto", explicaba Páez. Un forraje que ya se está acabando porque la recogida de este año ha sido pobre, de apenas un 25%, con respecto a otros años. "Muchos han empezado a comprarlo y como hay poco los precios se han triplicado", lamentaba esta ganadera.

Así, lo que en esta época del año tendría que ser gasto cero para ellos, les está suponiendo un desembolso de hasta 4 euros diarios por vaca. "Es insostenible, muchos jóvenes que han empezado hace poco, están seguros de que no van a aguantar y que habrán malvendido sus reses para el mes de noviembre", lamentaba Páez.

Llevan en esta situación desde primavera y no esperan que mejore. "Las administraciones nos ignoran y cuentan mentiras ante la opinión pública. A los ganaderos se nos trata como ciudadanos de segunda, quieren que desaparezcamos del mapa", denunciaba.