-¿Se considera un valdeorrés ilustre?

-No, por Dios, eso no. Soy un trabajador de la cultura, pero no un valdeorrés ilustre. Hay personas que sí lo son, gente de un nivel que no alcanzamos ni para desabrochar sus sandalias.

-¿Cómo se define usted en relación a su obra social?

-(Ríe) Me considero una persona que mínimamente se entregó a la sociedad. ¿Quién soy yo para valorarme a mí mismo? Dicen de mí que soy una persona entregada a los demás, nunca dejé de escuchar a la gente.

-De todo lo que ha conseguido, ¿hay algo que, después de cierto tiempo, haya cambiado de rumbo?

-Cruz roja, por ejemplo. A mí me tocó una etapa en la que hacíamos transporte sanitario, llevábamos a enfermos mentales a psiquiátricos, descolgábamos a los suicidas? Ahora, Cruz Roja está más dedicada a temas sociales y humanitarios, que es una labor magnífica. Se adaptó a las circunstancias de cada momento, algo que no es mejor ni peor.

-¿Cuál es el trabajo del Instituto de Estudios Valdeorreses?

-Se creó para difundir la cultura gallega en general y la historia de Valdeorras en particular a través de la edición de libros, que llevamos casi un centenar editados, conferencias, ciclos culturales, exposiciones o concursos. Ahora, las ayudas son menores y las empresas apenas participan en la difusión de la cultura. Es una identidad cultural de mucho prestigio.

-¿Es Valdeorras una zona de cultura?

-Sí. En parte, gracias a la labor del Instituto de Estudios Valdeorreses. Nuestra asignatura pendiente es la participación de los niños y los jóvenes en las actividades culturales.