La gota fría mojó Ribadavia. La lluvia llegó a caer con fuerza a las 13.00 horas, poco después de que las "Donas sen cabaleiros" comenzasen a interpretar sus danzas medievales en la Praza Maior. Las bailarinas no se detuvieron a pesar del agua y completaron varias coreografías bajo la atenta mirada de los reyes Don Pedro y Doña Ana, de la dinastía de los Sarmiento.

Poco o nada pudo hacer la meteorología para deslucir las más de 30 actividades programadas para el gran día de la Festa da Istoria, que se celebraba ayer en la capital de O Ribeiro. Los cielos se abrían tras el aguacero y el sol volvió a brillar e iluminar las coloridas telas de las ropas, trajes y armaduras con los que vistieron sus habitantes, como si un día cualquiera del siglo XV se tratase. A ellos se sumaron numerosos visitantes llegados de diversos puntos de Galicia e incluso otras partes de España.

"Hemos atendido a gente que llega de Andalucía o Madrid. Algunos vienen porque tienen aquí familia, pero otros lo hacen de motu proprio", explicaba una de las técnicas de la oficina de turismo ribadaviense, que ayer salía a la calle para fundirse con el resto de los puestos del mercado medieval. "Nos preguntan dónde pueden comer, hacer el cambio de moneda o simplemente quieren situarse, porque tener claro donde están, a veces no es tan fácil", apuntaba. Así, los súbditos de Don Pedro podrían haber superado los 50.000, entre los dos días que duraron los festejos celebrados el viernes y el sábado.

La mañana se iniciaba con un gran desfile en el que participaron todos los personajes que dan vida a la Festa da Istoria. En su mayor parte se trata de voluntarios que colaboran con la coordinadora, y que cubrieron la distancia entre la calle Baixada o Consello y el castillo, recorriendo buena parte de la calle Progreso de la localidad.

Una vez ante la fortaleza de los Sarmiento se procedió a la lectura del pregón y el nombramiento de notables que recibieron de las manos de su majestad el pergamino que así lo acredita, además de la medalla de plata, un privilegio solo digno de estas personalidades. La lluvia hacía su primera aparición en este momento. "Nos cayeron cuatro gotas, pero hasta se agradeció", reconocía una de las damas pertenecientes a la organización.

Quedaba así de manera oficial inaugurada esta celebración en la que los pagos han de hacerse en maravedís y no debe beberse otro vino que no sea el de O Ribeiro. Cuando daban las 13.30 horas, los cánticos nupciales sefardís inundaban la rúa dos Fornos, de la que salía una pareja de novios judía que desfiló bajo un palio que en hebreo se conoce como "jupá". Junto a su comitiva, los jóvenes llegaban poco después al atrio de la iglesia de la Oliveira, donde les esperaba el rabino Paco listo para casarlos.

Allí, Isaac, hijo de Isaac, y de apellido Amigo, unió su destino con el de su esposa, Sara, hija de Abraham, y de apellido Rosso, en una ceremonia amenizada constantemente por el Coro da Voda Xudía da Festa da Istoria y después de siete días de festejos. Un grupo de voces que interpretaron varios temas en ladino o judeoespañol, el idioma que empleaban los seguidores de Yavhé en la península ibérica.

Tras repetir ayudados por el rabino sus votos y promesas en hebreo, un testigo procedió a la lectura del contrato matrimonial o Ketubah. "Isaac se compromete a no casarse con otra mujer, ni a sacar a Sara del país sin su consentimiento", rezaba el documento, en el que también se detalla el importe de la dote, 200 monedas de plata, y la posibilidad de disolver el matrimonio por medio del divorcio, si el novio llega a incumplir alguno de los acuerdos. Hubo también intercambio de anillos y la ruptura de una copa como símbolo de alegría. El baile nupcial, al que se unían después los invitados, puso punto final al rito semita.