Ni la Guardia Civil lo detuvo ni la juez consideró suficientes las evidencias para restringir sus visitas al hospital. El trágico resultado fue que Aniceto Rodríguez Caneiro (77) pudo consumar el crimen de su mujer, Isabel Fuentes (66), acuchillándola el 8 de mayo de 2015, en su habitación del CHUO, donde se recuperaba de un ataque previo. El instructor de ese primer atestado, el que la noche del 1 al 2 de abril de 2015 ejercía de jefe accidental del operativo, afirma que ya entonces sospechó del marido, descartando un robo violento por parte de terceros, como adujo el acusado. Había "incongruencias" en su declaración y "cosas que no cuadraban". Sin desechar en ese momento la hipótesis del robo con violencia, la Policía Judicial volcó el foco sobre el septuagenario. La inspección ocular de la casa de Pazos (Verín) descartó el móvil del robo y la acción de terceros. Así se le informó a la juez cinco días más tarde, por escrito. La magistrada rebajó las hipótesis a "conjeturas" insuficientes para intervenir el móvil del marido o impedirle ver a la mujer en el CHUO. Lo cierto es que la Guardia Civil, que lo consideraba un "peligro", tampoco lo arrestó. "En ese momento era muy precipitado", declaró ayer el agente. Y además, "todo el mundo lo defendía y decía que era bueno con Isabel".

Aniceto Rodríguez Caneiro, el presunto asesino, fue interrogado ayer, en la primera de las cuatro sesiones que la Audiencia Provincial acoge esta semana para enjuiciar el crimen machista de 2015, uno de los que más conmoción han causado, por dónde ocurrió y porque la víctima murió desprotegida. Tras sufrir un ictus al autolesionarse con la misma arma del crimen en el cuello, sus respuestas en el interrogatorio de ayer se limitaron a declararse inocente, de entrada, y a despejar todas las preguntas con que no recuerda. Tanto las más directas, como si golpeó con un martillo a su mujer en el primer ataque -la víctima recibió 3 golpes en el lado derecho de la cabeza-, o cómo era el cuchillo con el que fue asesinada -dos puñaladas, una con 4 trayectorias-, hasta cuando le preguntaron por elementos de la casa. Llegó a enfatizar sus problemas de memoria en varias ocasiones. "Nada de nada de nada. No sé, ni idea. Estoy desmemoriado de todo. Estoy perdido". Así respondió a las cuestiones y al planteamiento de los hechos por parte del fiscal de Violencia de Género, Julián Pardinas, y de la abogada de la acusación particular, Beatriz Seijo.

Su defensa, ejercida por Jorge Temes, no hizo preguntas. Pedirá eximente o atenuante por trastorno mental transitorio, aunque los vecinos aseguraron ayer que no habían notado nada raro al marido de Isabel Fuentes ni el día del primer ataque, ni antes ni después.

Frente a peticiones de condena de 39 y 49 años de prisión por delitos de asesinato en grado de tentativa y de asesinato consumado -la acusación particular suma la agravante de ensañamiento a la contemplada por ambos de parentesco-, el abogado solicitará un máximo de 7. La defensa califica la agresión en el domicilio conyugal como un delito de lesiones porque, asegura, Aniceto Rodríguez acudió a pedir auxilio tras los hechos.

Aniceto Rodríguez sí fue capaz de afirmar que el matrimonio -llevaban 2 años casados y unos 20 conviviendo- "no discutíamos nunca". Al entorno no le constaban agresiones de género. Nunca vieron en Isabel signos de que sufriera malos tratos. En los últimos tiempos vivía pendiente de su madre enferma, a la que cuidaba. La señora falleció os meses antes de que Isabel Fuentes fuera agredida.

Sobre las 12.30 horas del 1 al 2 de abril de 2015, el marido corrió a la casa de los vecinos de enfrente, donde el matrimonio había pasado parte de la tarde, como casi todos los días. "¡Que mataron a Isabel", dijo a gritos. El vecino entró en la casa y halló a la mujer tendida junto al sofá de lado, con sangre en la cabeza. "Me acerqué, la toqué y sentí un ronquido. Al ver que estaba viva salí disparado a llamar a la ambulancia", declaró ayer. Su mujer estuvo con Aniceto, que no entró en un primer momento. Después, pretendió abrazarla pero la señora le aconsejó que no. La vecina cogió la mano a Isabel, que se la presionó, y estuvo con ella hasta la llegad de los servicios médicos. El acusado le mostraba los cristales rotos, los armarios abiertos y los bolsos tirados, prueba según él de los ladrones. Dice la testigo que fue ella quien le pidió el móvil a Aniceto Rodríguez para alertar a los servicios de emergencia. En el trayecto al hospital, a ambos les sorprendió que el marido no dijera nada. La impresión del jefe de investigación de la Guardia Civil, que se entrevistaría con él, es que "estaba afligido pero aparentaba estar afectado. No lloraba, por ejemplo".

La familia: "Se protegió al verdugo y no a la víctima"

El magistrado presidente, Antonio Piña, apercibió a los familiares presentes con posibles multas, después de que uno de los allegados llamara "asesino" y "cabrón" a Aniceto Rodríguez cuando era conducido a juicio, por la Policía, desde una antesala. Los primos ejercen la acusación particular. Antes de comenzar el juicio, uno de estos familiares de la víctima, Santiago Martínez, ha pedido que "de una vez" se haga "justicia" tras lamentar que, en un principio, "se protegió quizá al verdugo y no a la víctima". La familia, convencida de que el acusado finge, lamenta que el sistema ha fallado "en un caso claro de violencia de género". Recurrieron al Tribunal Supremo para que la vía contenciosa revise la actuación de la juez de entonces, Cristina Fernández Viforcos.