La Audiencia Provincial de Ourense estudia desde ayer si condena -y por qué delitos- a Alexandru Marius Luca (22), el presunto homicida de Tomás Milia Méndez (72), el 4 de octubre de 2013. El rumano, acusado de acuchillarlo 2 veces en el cuello y una tercera en el abdomen cuando ya estaba muerto -el supuesto detonante fue una disputa por el precio de una relación sexual-, confesó todo a la Policía tras ser detenido cuando salía de prender fuego en el piso de Milia, con una bolsa con cuchillos y otra con sábanas y prendas ensangrentadas. La supuesta arma del crimen se halló en una papelera pero su composición no coincide con fragmentos metálicos encontradas en la herida, que según las acusaciones son los restos de una cadena de la víctima que se incrustó.

La defensa dijo ayer en sus conclusiones que Marius declaró en un "estado de nerviosismo" ante las "exigencias" de los agentes. Marius Luca habló ayer por primera vez desde entonces -el lunes se acogió a su derecho de guardar silencio-, en el turno de última palabra. Dijo que fue víctima de "una paliza gravísima" y que también fue maltratado "psicológicamente". Sin embargo, ni el médico de urgencias que lo atendió ni la abogada de oficio que lo asistió observaron ni objetaron nada, entonces. Tampoco él manifestó algo parecido en 2013. Luca terminó su alegato final aludiendo al impacto emocional que supuso ingresar en prisión, donde lleva 3 años y medio en régimen preventivo. Aludió a su intento de suicidio arrojándose desde el tejado de la cárcel, un incidente que motivó su traslado desde el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar al coruñés de Teixeiro.

Para el fiscal Carlos Valenzuela las pruebas son contundentes. "Si él no fue el autor, no tenía por qué hacer una declaración reconociéndolo y pudo decir aquí dónde estuvo y con quién", apuntó en su informe. Con todo, rebajó la solicitud de condena desde los 33 años que pedía inicialmente a 26 años y medio. El fiscal fija una pena desglosada de 14 años por el delito de homicidio -añade la agravante de abuso de superioridad, por la diferencia de edad y el empleo de un arma-, 6 años por el incendio en lugar de los 12 que planteaba -entiende que el riesgo para los vecinos por la propagación fue menor-, así como 3 años por un delito de atentado a agentes de la autoridad, más 3 años y medio por el robo violento de los relojes de oro de Milia, valorados en 12.000 euros por una perito.

El viudo se adhiere a estos términos. La acusación particular que ejercen el hermano y los sobrinos del fallecido eleva su petición a un total de 49 años de prisión. Esta parte cree que los hechos se encuadran en un delito de asesinato, no solo de homicidio, subrayando que el agresor acuchilló a la víctima por la espalda con un cuchillo de 22 centímetros, "aprovechando su vulnerabilidad" y mediante una "alevosía sorpresiva", según el letrado particular. También considera la acusación particular que existió un riesgo grave para la vida de los moradores del edificio por el incendio que el acusado plantó presuntamente, sobre las 5 de la madrugada, con el fin de borrar pruebas. "Pedimos las penas máximas porque el acusado se paseó por el Código Penal. Atentó contra la vida, bienes patrimoniales, la seguridad colectiva y el orden público", finalizó el abogado José Arcos.

La defensa solicita la libre absolución, argumentando que no hay pruebas de que Marius Luca fuera el autor material del crimen. La letrada resta valor a la confesión policial de Luca y utiliza sus "contradicciones" oponiéndolas a declaraciones e informes que, según cree, restan pruebas. En algunos puntos del relato de hechos, como en el traslado del cadáver a la bañera -donde lo hallaron los bomberos y supuestamente fue rociado con lejía-, sostiene que habría sido necesaria la intervención de alguna otra persona. La abogada de oficio María Dolores González Moya, que ha defendido el caso con solvencia tras solo un mes para prepararlo por la renuncia del abogado de pago, propone en el peor de los casos que el encausado sea castigado con la pena mínima por los 4 posibles delitos que admitiría de forma subsidiaria: 10 años por el homicidio, 3 meses por un hurto (en lugar de robo con violencia), otros 3 meses por desobediencia y una multa por daños causados por el fuego.

Sobre las 22.30 del 4 de octubre -con un margen de error de más menos 2 horas- tuvo lugar el crimen. Un vecino vio a Marius Luca salir del edificio más o menos a esa hora. A las 0.30 horas, fue visto por varios agentes de Policía, que lo conocían por antecedentes de hurto. Lo vieron agachar la cabeza y bajarse la gorra, por lo que sospecharon.

Al ir a identificarlo solo le encontraron las llaves del coche, por lo que lo dejaron ir. Instantes después, vieron cómo se subía al coche. Un agente abrió el maletero y cogió la caja de los relojes. Marius cerró el vehículo con el seguro centralizado y se dio a la fuga, embistiendo a este agente y casi arrollando a otro. Alas 5.50 horas de la madrugada reapareció en la calle, con dos bolsas de plástico que arrojó a los mismos agentes de la Policía Nacional, que lo pararon. Forcejeó con ellos y escapó pero finalmente fue detenido en la calle Curros Enríquez gracias a la intervención de la Policía Local. Un municipal lo interceptó contra la pared.

El escrito inicial de la defensa planteaba la atenuante de "obcecación" o arrebato, así como atenuantes o eximentes por el consumo de drogas. Los policías que lo interceptaron descartaron que su estado estuviera alterado. El médico de urgencias que lo asistió por ansiedad -se sentía nervioso "por haber visto un muerto"- descartó que tuviera síndrome de abstinencia.