El teléfono móvil de Tomás Milia Méndez tenía un sistema para poder ser localizado en caso de pérdida o robo. Un mes después del crimen que sienta en el banquillo esta semana a Alexandru Marius Luca (22) -el acusado de acuchillarlo tras discutir por el precio de una relación sexual-, el teléfono dio señal en una aplicación de búsqueda que el viudo había instalado. Ese hecho llevó al juez a decretar el secreto de sumario para aclarar el misterio. Las pesquisas no arrojaron resultado. El terminal no apareció y no fue posible averiguar si alguien lo había encendido. La instrucción descartó que en el crimen de octubre de 2013 hubieran participado más personas.

La Policía Nacional comprobó la coartada del esposo de la víctima. Fue una de las últimas personas en hablar con Milia, a las 20 horas del día de los hechos, tras haber acudido a mediodía al piso de Curros Enríquez. Ya no convivían pero la relación era buena, según dijo ayer el marido, pese a que el septuagenario se citaba con jóvenes con frecuencia y el marido tenía una novia y una amante (un detective comprobó las infidelidades). Los investigadores de la comisaría de Ourense comprobaron que el esposo había estado en el bar de un amigo a primera hora de la noche del crimen y, a partir de la 1 de la madrugada, con una amante, tal y como ambos testigos ratificaron ayer. El viudo, G. J. Q., dijo en el estrado que su interés es que el homicida pague. "Lo único que deseo es justicia y que el culpable de la muerte de Tomás sea condenado".

El hermano y los dos sobrinos de Tomás Milia ejercen una de las acusaciones particulares. Los familiares declararon en calidad de testigos, en la segunda sesión celebrada este martes. Confirmaron que el fallecido se sentía amenazado y "temía por su vida" -en palabras del sobrino- poco antes del crimen. Milia pretendía divorciarse y privó del testamento a su marido -que ejerce la otra acusación particular en la causa- para dejar como herederos al sobrino y a los hijos de su sobrina. "Me decía que no se enterase su marido, que me mata, me mata", declaró ayer el pariente. G. J. Q. se quedó como usufructuario como esposo. Suya es una casa que el fallecido había comprado en París. El hermano del asesinado, Luis Milia, alcalde de Carballeda de Avia, se lo encontró en la calle poco antes y lo notó con "mal aspecto".

El viudo aseguró ayer que desconocía las intenciones de Tomás Milia de tramitar el divorcio. Nunca se lo comentó, según él. Tampoco sabía que hubiera cambiado el testamento. La defensa, en una estrategia de sembrar la duda razonable y cuestionar que no se investigara todo, quiso profundizar en el marido, que es solo un testigo (no llegó a estar imputado). En esta cuestión y en otros momentos del interrogatorio de ayer, la presidenta de sala intervino para cortar a la letrada de oficio, declarando varias preguntas impertinentes.

Un taxista recogió a Alexandru Marius Luca después de las 5 de la madrugada y lo trasladó a O Viso, en las afueras de Ourense, al pie de la carretera N-525. Allí quería buscar unas llaves, que se presume arrojó tras el crimen y acudió a recuperar quizá para no dejar rastro. El conductor vio cómo el acusado se reclinó en el asiento, "como si se escondiese", al hacer el trayecto por delante de la casa de Milia.

Cuando lo devolvió a la ciudad, casualmente dio la clave a las autoridades. La Policía Local estaba en la parada de taxis del Parque de San Lázaro atendiendo a un compañero que había sufrido un siniestro. Al conductor que llevó a Luca algo le había escamado y dijo a los agentes si esa noche había sucedido algo con un joven extranjero. Luca se había fugado de los policías tras el crimen, después de que un agente hallase los relojes de oro de la víctima en su maletero. El taxista informó a los municipales de que acababa de dejarlo. El resto, una detención en las proximidades con sábanas ensangrentadas, una bolsa de cuchillos y las llaves del domicilio del fallecido.

Determinar el daño causado por el incendio que Luca prendió presuntamente en la vivienda para borrar pruebas -la habitación quedó destrozada y la ceniza inundó el resto- determinará que la posible condena sea mayor o menor. Las acusaciones le atribuyen daños por incendio, o incendio con grave riesgo para la vida de las personas, cuyo castigo es mucho más elevado. Los agentes de Policía Científica declararon ayer. No pudieron determinar si Luca usó un acelerante pero sí consideran que hubo riesgo para los vecinos, sobre todo por el humo. Los especialistas hallaron una huella del acusado en una caja de guantes arrojada a una papelera.

Ayer testificaron varios vecinos del inmueble de Curros Enríquez, 4. La prueba confirma que el acusado estuvo en el edificio el día de los hechos. Un residente se cruzó con Luca en el ascensor a la hora estimada del crimen, pero no notó nada raro, "su actitud era normal". La vecina de abajo escuchó pedir auxilio, en un grito ahogado "como si le taparan la boca". Se sobresaltó en el momento pero no le dio más importancia porque eran habituales los ruidos por las citas del señor. Las visitas de jóvenes eran frecuentes, según testigos.

También prestó declaración ayer el médico de urgencias que atendió al detenido. El presunto homicida no podía dormir "tras haber visto un muerto". Lo trató por ansiedad, sin ver síndrome de abstinencia -la defensa pretende una atenuante de consumo de alcohol o drogas- ni tampoco "un estado de especial inquietud o angustia", dijo el doctor.

La abogada de Luca cuestiona que muchos de los testigos no fueran citados en la fase de instrucción, lo que en su opinión limita el derecho de la defensa a la hora de buscar posibles contradicciones.