Mari Mora (34 años), una barcelonesa afincada en Vigo, se ríe cuando dice que su hijo nació "con un título bajo el brazo". Dio a luz hace 14 meses, poco después de graduarse en Educación Primaria. Superó la carrera mientras trabajaba. Ahora oposita para profesora, memorizando los temas a ratos, cuando puede. Su despertador suena de madrugada. Mari se levanta a las 5.30 en Vigo y a las 8 entra en el CEIP Prácticas de Ourense, donde es conserje en una plaza del ayuntamiento. Su jornada no se relaja ni en los viajes de ida y vuelta en el autobús de funcionarios -aprovecha los trayectos para estudiar-, y las obligaciones laborales se entrecruzan con las de cualquier madre. "Compatibilizar exige sacrificio más que dificultad, porque depende de las capacidades de uno. Yo no tengo vida social desde hace 5 años".

Marta Dorribo, licenciada en Bellas Artes, 29 años, es su "propia jefa", dice, en O Cabalo Fosforito, una escuela de arte ubicada en la Avenida de Marín, en el barrio ourensano de A Ponte. Es directora, docente, artista. En el resto de su intensa jornada estudia. Cursa primero en el Ciclo Superior de Fotografía Artística, que imparte la EASD Antonio Faílde. Se levanta a las 8 y "pocos días" se va de su taller antes de las 22 horas. "Haciendo una media a ojo: 6 horas al día para estudiar y 6 para trabajar. Los días que tengo más horas de clase trabajo menos, y viceversa. Intento no pisar el taller los fines de semana, pero algunos sábados imparto cursos intensivos de 8 horas. El fin de semana también lo aprovecho para adelantar trabajo del ciclo", cuenta.

Marta y Mari ponen voz a las cifras sobre las personas que estudian y trabajan a un tiempo, que refutan máximas como esa pesimista del escritor William Faulkner: "Lo más triste es que la única cosa que se puede hacer durante ocho horas al día es trabajar". La crisis nos presentó a los "ni-ni", disparó la tasa de paro -más de 23.000 ourensanos buscan empleo-, propició una nueva ola de emigración al extranjero- sobre todo, de jóvenes formados- y también dejó hueco en el mercado para 'sí-sí' como Marta y Mari.

En Ourense, la provincia con la tasa de actividad más baja de toda España (un 48%, con 142.200 inactivos por 133.700 en edad de trabajar), unos 10.900 trabajadores cursan además algún tipo de estudio, según la última oleada de la Encuesta de Población Activa (EPA), con datos al cierre de 2016. En el grupo de edad de las entrevistadas hay 2.700 casos. Aunque es el colectivo de ocupados de 45 a 54 años el que más 'sí-sí' alberga, unos 3.000, según la estadística.

El doctor en Sociología Alberto Saco, profesor en el campus de Ourense, ve así este fenómeno de estudiar y trabajar a la vez: "Es el resultado de la crisis y la posterior recuperación económica. En gran parte se trata de jóvenes que ya estaban trabajando y que, al perder su puesto de trabajo, retomaron los estudios. A este subgrupo, la precariedad de los empleos a los que tienen acceso los motiva a seguir estudiando. Por otra parte, se corresponde con una nuevas pautas en el binomio formación-empleo, en el que se suceden ciclos laborales y formativos a lo largo de la vida laboral". Sobre esto último aspecto, Saco opina que "cada vez más, la formación dejará de ser un proceso centrado en los primeros años de vida, en el que los individuos acumulan un capital formativo a la espera de trabajar, para ser un acompañante de la vida laboral".

"Me veo trabajando y estudiando a la vez siempre. Soy una persona bastante curiosa y siempre tengo ganas de aprender cosas nuevas que aporten un extra a mi trabajo diario. Con el panorama actual lo más fácil sería ser un 'ni-ni'. Conseguir un trabajo digno resulta complicado, pero pienso que no por ello debes perder el tiempo esperando a que las cosas se pongan mejor", opina al respecto Marta.

Una doble ocupación supone una vuelta de tuerca más a la dificultad de conciliar. "Apenas tengo tiempo para socializar, siempre ando de un lado para otro. A la familia sí la veo pero coincidir con los amigos nos cuesta a todos, porque estamos muy ocupados. Antes de empezar el ciclo me propuse aprender a tocar la guitarra, pero lo tuve que aparcar. Desde enero dedico una hora a la semana a ir al gimnasio pero me gustaría poder tener más tiempo tanto para hacer deporte como para otras aficiones", explica Marta. ¿Daría abasto si además fuera madre? "Definitivamente no", enfatiza.

Mari, que sí lo es, cuya jornada la ocupa 37,5 horas a la semana, aspira a que el sacrificio opositando en los escasos ratos que encuentra le permita lograr una plaza de Educación Primaria, "para buscar irme cerca de casa y poder dormir más".

Al volver de un trabajo a 100 kilómetros, tras ojear apuntes en el autobús, el reloj marca las 16.30 horas. "Hago la comida, voy a buscar al niño al colegio, estoy con él el tiempo que puedo y, después, cena, ducha, biberón y cama". ¿Cuándo hinca los codos alguien que está tan atareado? "En el autobús, en los ratos libres que quedan antes de entrar o al salir de trabajar, o cuando mi sacrificada pareja se encarga de todo. Dedico 10 minutos por aquí y 15 por allá". De lunes a domingo, no hay libranzas en su agenda, "pero es que al ser padre no cabe esa posibilidad", asegura.

Mari es 'sí-sí'. "Planté de estudiar a los 17 años, con la idea de no volver a hacerlo en toda la vida, y terminé sacándome el Bachillerato en el nocturno, compatibilizándolo con un trabajo en Barcelona, más tarde la carrera y ahora con la oposición. No me planteo estudiar más, pero seguramente lo haga, sí. Mi inquietud es ir mejorando, es lo que uno procura".