Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Luis Romaní Martínez: "Física era un poco hija mía, estuve a punto de irme cuando la cerraron"

Fue uno de los doce profesores que plantó la semilla de lo que hoy es el campus de Ourense

Luis Romaní es catedrátrico de Física Aplicada. // Brais Lorenzo

Luis Romaní, catedrático de Física Aplicada y uno de los doce profesores que en 1973 plantaron la semilla de lo que hoy es el campus universitario de Ourense, se jubila en agosto. Tras de sí, 47 años de docencia y una trayectoria profesional que ha pasado demasiado rápido. "Tengo 70 años, soy joven, me va a costar trabajo adaptarme a la vida de jubilado", apunta. Por el momento ha solicitado la condición de profesor emérito que le permitirá continuar haciendo lo que más le gusta, la investigación y el contacto con los alumnos. Haciendo memoria de cómo ha llegado hasta aquí, la primera mirada de Romaní se detiene en María Inmaculada Paz Andrade, "mi maestra, y maestra de toda una generación de profesores de Física, a ella le agradezco profundamente que me enseñara a tener inquietud científica, algo que no viene en los libros".

-¿Con qué sensación llega un profesor con 47 años de docencia al momento de la jubilación?

-Creo que este momento ha llegado muy pronto, no me parece que haya pasado tanto tiempo. Inicié la carrera universitaria el 1 de octubre de 1970 dando clases prácticas. Estuve tres años de doctorado en Santiago y me vine para Ourense. Al principio pensé que esto iba a ser algo transitorio, pero me quedé. Mi mujer (Julia Franco, falleció hace 20 años), que entonces era mi novia, era profesora de Química Física y también se vino. Nos encontramos muy a gusto aquí y nos quedamos. Tuvimos tres hijos ourensanos.

-¿Qué se encontraron en Ourense que les hizo echar raíces?

-En realidad no había nada; se fundó el Colegio Universitario en aquel momento, no había la más mínima experiencia en estudios universitarios, salvo la Escuela de Magisterio, la Escuela Normal. La idea era poner en marcha un Colegio Universitario para estudios de primer ciclo con profesores jóvenes o que estuviesen a punto de doctorarse. Y aunque tuvimos muchas dificultades teníamos mucha ilusión. Nos habían prometido un edificio nuevo para muy pronto pero tardó 16 años. Empezamos con los primeros ciclos de Química, Biología y Geografía e Historia, poco a poco, y con mucho esfuerzo.

-Visto con la perspectiva del tiempo, ¿hicieron un buen trabajo?

-La verdad es que sí, fue un buen trabajo. Creo que los que iniciamos esto fuimos unos pioneros, fue difícil, pero conseguimos introducir en la ciudad la mentalidad de los estudios universitarios. Al principio había cierta reticencia, la gente veía el Colegio Universitario como algo de segunda, creían que los chavales tenían que ir a Santiago, a la Universidad 'de verdad'. Llegué a oír que era mejor que el dinero fuese para becas, pero yo en eso siempre hice una labor de pedagogía: con una beca se arreglaba que el alumno pudiese estudiar fuera pero se privaba a la ciudad de unos recursos económicos, si el alumno se quedaba, el dinero también, y se creaba un clima universitario y un ambiente de gente joven. Después pasamos a depender de la Universidad de Vigo y eso nos vino bien, porque Santiago era muy absorbente, no veíamos un duro. A partir de ahí empezamos a tener capacidad de elegir y de crear nuestros laboratorios, y el campus empezó a crecer.

-Hasta que en la década de los 90 empezaron a suprimir títulos.

-Con la reforma universitaria los colegios universitarios ya no tenían cabida. Hubo decisiones dolorosas, como cerrar Químicas y Biología. Pero se consiguieron cosas, una escuela de Empresariales, Ingeniería Técnica Agrícola, que fue el premio de consolación, y Físicas, que estuvo muy bien pero la cerraron. Ahora está Ingeniería Aeroespacial y dentro de los sinsabores que he pasado, que han sido muchos, me alegro de jubilarme con una carrera lanzada al futuro. Las cosas aquí nunca vinieron fácil, todas hubo que conseguirlas.

-Al menos contaron con la sociedad como gran aliada.

-Desde luego, no tanto los partidos políticos, porque ellos siempre fueron un poco a remolque, pero la sociedad estuvo siempre con nosotros. Etelvino Blanco, más allá de su labor sindical, tuvo una entrega absoluta, siempre estuvo convencido de que la inversión en la universidad era una gran inversión para Ourense y en él hemos tenido un aliado incondicional.

-Habla de sinsabores. ¿Hay alguna espina todavía clavada?

-Uno no puede pasarse la vida lamiéndose las heridas porque es una pesadez. Es verdad que pasé malos ratos cuando cerraron Química y Biología. Pero lo peor fue el cierre de Física porque la creamos con mucha ilusión. Era una carrera rentable en todos los niveles, me sentó muy mal porque era un poco hija mía. Estuve a punto de irme, de jubilarme anticipadamente cuando pasó aquello.

-¿Mereció la pena quedarse?

-Sí, lo sacamos adelante. Mi discípulo y compañero Claudio Cerdeiriña trabajó como un bárbaro y nos mantuvo la moral a todos. Hay que reconocer que cuando nosotros tiramos la toalla él no la tiró nunca, y Ourense consiguió Ingeniería Aeroespacial. Claro que ha merecido la pena. Mi balance es positivo, le debo yo más a la Universidad que ella a mí; he vivido a gusto y no tengo quejas ni amarguras.

Compartir el artículo

stats