El perro guía que acompaña cada día a Lucía González a sus clases en cuarto curso de Trabajo Social es un ejemplo muy ilustrativo de que en el campus de Ourense no hay barreras para la formación académica. Ningún alumno con discapacidad o necesidades educativas especiales encuentra obstáculos a la hora de desarrollar sus estudios de grado o máster. Todo lo contrario, cada caso se estudia de forma individualizada y se diseña un plan específico para que el paso del alumno por la Universidad sea en las mismas condiciones que el resto.

De esto se encarga el Gabinete Psicopedagógico dirigido en Ourense por Isabel Ferreiro, responsable de aplicar el programa PIUNE que la Universidad de Vigo puso en marcha en 2013 para ofrecer atención personalizada a los estudiantes con necesidades especiales.

En aquel momento, recuerda, solicitaron este apoyo dos alumnos. Cuatro años después, son 49 los universitarios en esta situación que cursan sus estudios en la ciudad. De ellos, 40 son personas con una discapacidad reconocida y certificada, mientras que los otros 9 presentan necesidades específicas que pueden ser de carácter temporal o permanente pero que no están certificadas. Ferreiro explica que hay trastornos como la dislexia o la depresión para las que resulta complicado conseguir un reconocimiento oficial de discapacidad pero que generan necesidades específicas de apoyo educativo "que tenemos que atender".

La responsable del Gabinete Psicopedagógico cree que el importante incremento de alumnos con discapacidad en Ourense se debe a la cuidadosa atención que se les presta a estos alumnos, tratando siempre de dar respuesta a sus necesidades. De hecho, afirma que muchos proceden de otras universidades gallegas e incluso españolas, lo que sitúa a este campus en una posición relevante en cuanto a la atención a la diversidad funcional y apoyo a la integración.

"Cuando vienen a solicitar la ayuda hago un plan personalizado porque, a veces, una misma discapacidad puede generar necesidades diferentes", explica. El contacto se produce tanto durante el curso como antes de que los preuniversitarios formalicen la matrícula. Una vez se tramita la petición, la responsable del gabinete y el demandante trabajan juntos para romper barreras: "Pido todos los informes que puedan aportar, hablo con sus profesores e incluso con sus familias, y doy pautas a los docentes sobre cómo tiene que actuar con ellos según qué situaciones", explica Ferreiro. Y apunta que cuestiones que ampara la ley, como que las personas con discapacidad tienen derecho a más tiempo en los exámenes, "hay profesores que no lo sabían".

Aunque no existe una discapacidad con mayor prevalencia que otra entre el colectivo de estudiantes del campus, la movilidad reducida es una de las más comunes, seguida de los problemas visuales y auditivos. La que más cuesta abordar, apunta Isabel Ferreiro, es la discapacidad psíquica. "Muchas veces no acuden al gabinete porque desconocen que existe este servicio pero también porque no quieren que se conozca su problema; la enfermedad mental está todavía un poco estigmatizada y en eso tenemos aún mucho trabajo por delante", señala.

Las necesidades especiales implican desde la citada dislexia y sus diferentes tipos a una lesión, una pierna fracturada que requiere una silla en el aula colocada de determinada manera... o un embarazo. Esta última circunstancia se dio en una única ocasión desde que se implantó este programa y el gabinete diseñó un plan específico para la alumna. "La asistencia a clases es obligatoria, así que conseguimos adaptar horarios, ampliar el número de tutorías y cambiar fechas de exámenes para que la estudiante pudiese asistir a sus controles médicos sin problema", explica la psicopedagoga.

Resolver cada cuestión requiere una importante logística y esfuerzo para que el alumno que acude a sus clases "no tenga ninguna barrera". Esto implica readaptar aulas para hacerlas accesibles e incluso reubicar a todo un grupo: "En un caso la silla de ruedas de una alumna no entraba en el aula asignada a su curso y cambiamos a toda la clase", explica. "Cada uno de estos alumnos es un reto para mi", explica, y muestra su satisfacción porque la matrícula crezca cada año: "Me alegro porque creo que antes no llegaban a la Universidad y ahora, con las ayudas que tienen aquí, se animan, eso es muy satisfactorio", señala. Además, cuenta con el apoyo de los profesores que "responden siempre muy bien y las pautas que les damos".

Los estudiantes también cuentan con material adaptado a sus necesidades a través de un convenio que la UVigo firmó con la Fundación Universia. Estos equipos se ceden anualmente en concepto de préstamo y se devuelven o prorroga su uso al final del curso.

Prácticas remuneradas

Además, la UVigo ha convocado por primera vez prácticas laborales remuneradas para alumnos con diversidad funcional. De las 8 plazas ofertadas, 5 son para estudiantes del campus de Ourense.