La Picota es la zona cero del Entroido de Laza, uno de los más antiguos de Galicia y también de los que mejor han conservado su esencia. El poder de su figura ancestral, el 'peliqueiro', es incuestionable, pero nadie sabe muy por qué motivo el Luns Borralleiro vuelan farrapos empapados en barro por la mañana y una guerra de tierra y hormigas colapsa la Praza da Picota por la tarde. Sin embargo, ambas son citas multitudinarias que requieren su propia logística.

El núcleo de Laza apenas tiene 700 vecinos. Hay dos bares con servicio de restaurante y dos casas rurales que ofrecen alojamiento. Aún así, el Entroido atrae a cientos de personas, la mayoría jóvenes, que disfrutan de un carnaval arrebatado, sin más norma que la que impone el 'peliqueiro', que aparece sin previo aviso pidiendo paso con su zamarra. La Comisión do Entroido trabaja duro los días previos para habilitar zonas de aparcamiento y montar una carpa con mesas para 200 personas en la que ir sirviendo comidas.

Ayer la fiesta comenzó temprano por la mañana. La farrapada, una lucha de trapos empapados en barro sin orden ni concierto, ha cobrado protagonismo con los años y se ha convertido en una locura en la que los foráneos han tomado la delantera. Una ventaja que los autóctonos, que antaño concebían esta batalla como algo parecido a un juego del escondite, han cedido sin oponer resistencia a lo que hoy es una auténtica batalla campal en la Picota: "A farrapada mantén a súa esencia, a única diferencia é que si hai 20 anos de cen que loitaban, oitenta eran de Laza, agora de 300, de aquí son sete", explica Miro Fernández, presidente de la asociación cultural EnLazaDos, encargada de organizar, en colaboración con el Concello, una fiesta tan singular como el Entroido.

Provistos de fundas y chubasqueros, los visitantes se ensañaron en la lucha. Dos pilones con tierra y agua dieron servicio durante la batalla, que a su paso dejó la plaza cubierta de barro y a los combatientes completamente enlodados. En esta contienda aparece la figura del 'maragato', antagonista del 'peliqueiro', andrajoso y torpe que hace el ridículo constantemente. Así hasta que el paso de la Xitanada dos Burros pone fin a esta guerra sin control. Las parejas montadas en burro no pueden ser alcanzadas por los farrapos y su presencia supone la vuelta a la normalidad en la plaza.

Este silencio, no obstante, durará poco. Tras la comida, el café y (quien pueda) la siesta, comienza la batalla de las hormigas. Este momento es apoteósico. La Morena, una pieza de madera con cuernos sobre la que se dice que representa a una vaca que antaño andaba desbocada, embistiendo a los vecinos, pero sobre todo a las vecinas, baja de Cimadevila acompañada de 'cobelleiros' y vecinos con tojos y sacos llenos de tierra y hormigas. La Picota está llena esperando el comienzo de la lucha.

Los hormigueros ya están localizados en Laza. Las horas previas, explica Miro Fernández, las pandillas recogen los insectos mezclados con la tierra. Algunos completan la combinación con harina y utilizarán estas hormigas como artillería pesada en la Picota. Incluso han modificado una antigua máquina de 'mallar' pan para lanzar el proyectil. Los visitantes saben bien a lo qué van y procuran cubrirse con fundas, plásticos y gafas de buzo para evitar cualquier contacto con las hormigas que, en su defensa, morderán todo cuanto puedan.

Liberado el estrés, los centenares de asistentes recuperarán energías comiendo cachucha. La organización repartió unas 400 piezas en la Picota. La fiesta, ambientada durante toda la jornada con música y batucada, finalizó a altas horas.

Hoy salen los 'peliqueiros' veteranos por la mañana y por la tarde habrá desfile de carrozas típicas. Al caer la noche se leerá el Testamento do Burro y el entroido de Laza se vestirá, finalmente, de luto.