Alexandru M. L., el acusado de acuchillar hasta la muerte al exfarmacéutico Tomás Milia Méndez, que tenía 72 años, confesó a los policías en el momento de ser detenido, en octubre de 2013. Ahora, a unas semanas de sentarse en el banquillo, niega el delito. Su abogado, Eduardo Mazaira, ha presentado el escrito de defensa, el último trámite antes de que la Audiencia Provincial resuelva sobre los testigos, peritos y documentos propuestos, y señale la fecha del juicio. El letrado sostiene que el joven rumano no cometió el crimen y por tanto no tiene responsabilidad penal. Muy al contrario, la Fiscalía y las acusaciones particulares (el hermano y sobrinos por un lado; el viudo por la otra) solicitan una condena de entre 33 y 49 años de cárcel por presuntos delitos de homicidio o asesinato, robo con violencia, atentado a agentes de la autoridad e incendio. El joven rumano permanece en prisión preventiva desde su detención la noche de los hechos.

Consciente de las pruebas a las que se enfrenta -el acusado fue sorprendido saliendo del edificio con relojes de la víctima, cuchillos y prendas ensangrentadas-, su defensa no se limita a reclamar la libre absolución. En el supuesto de que la Audiencia Provincial dicte una condena, el letrado reclama la aplicación de eximentes o atenuantes de la responsabilidad criminal. De este modo, apela a una disminución del castigo por trastorno psíquico (los forenses lo descartaron), una intoxicación por alcohol o drogas, problemas de adicción así como una grave "obcecación" o "arrebato". Con el fin de rebajar el castigo, el letrado también esgrime la dilación "extraordinaria y objetiva" del procedimiento y, curiosamente, que Alexandru M. L., reconociera su implicación a los policías.

En cuanto a la prueba propuesta para el juicio, Mazaira se adhiere a toda la solicitada por las acusaciones pública y particulares en sus escritos provisionales. A mayores solicita la declaración de varios policías, como el que recuperó el cuchillo homicida del interior de un contenedor, así como la del viudo de la víctima y de varias personas del entorno de este joven. Al inicio de la instrucción, el abogado del acusado pidió investigar supuestas amenazas de la pareja que habían motivado que Milia quisiera cambiar su testamento, tras dejarle en herencia un piso en París, e iniciar el divorcio. tras llegar a contratar a un detective para comprobar si le era infiel. La defensa del presunto homicida propone como testigo al abogado que representaba a Milia, y que tras el crimen se presentó en comisaría para comunicar lo que sabía.

Por otra parte, la defensa solicita la declaración de dos agentes de la Policía Científica. La unidad "analizó los cuchillos y dice que ninguno de ellos entró en el cuerpo de Tomás Milia, pese a que el acusado confesó que con uno de ellos atacó a Milia para causarle la muerte", señala el letrado en su escrito.

Entre otros peritos propuestos, también se pide la intervención en el juicio de un guardia de la prisión de Pereiro de Aguiar, con el que supuestamente el acusado tuvo "una pequeña discusión", en el verano de 2014, que lo llevó "a tirarse desde un tejado de una altura de 7 metros", de lo alto de la capilla del centro penitenciario. La defensa afirma que esta prueba "es muy importante para evidenciar el descontrol psicológico que padece el acusado, y su impulsividad y falta de control de impulsos". El joven tuvo que ser operado tras el incidente y estuvo 12 días ingresado en el hospital.

El escrito de defensa, de 23 folios, plantea otras razones. Eduardo Mazaira reclama la nulidad al entender que es competente un tribunal del jurado y no la Audiencia. Discute, nuevamente, que se entrara en la celda de su cliente para tomar una muestra de ADN, sin presencia del juez instructor.

Disputa por el precio del sexo

El crimen tuvo lugar sobre las 23 horas del 4 de octubre de 2013, por un desacuerdo relacionado con el precio pactado tras una relación sexual. La víctima solo quería pagar 40 euros de los 160 convenidos. Alexandru se dirigió presuntamente a la cocina para coger un cuchillo y regresó a la habitación abalanzándose sobre Milia. Se lo clavó tres veces, según el fiscal. El acusado se apoderó de una caja con seis relojes de oro valorados en 10.400 euros, se llevó las llaves del piso y una bolsa con el cuchillo y una caja de guantes de látex que tiró en un contenedor cercano. A las 0.30 horas, regresó a la zona y fue visto por varios agentes de la Policía Nacional que observaron una actitud extraña en él. Salió corriendo hacia el parque, donde fue interceptado por los agentes, identificado y registrado. Uno de los agentes abrió el maletero cogiendo la caja de relojes. Alexandru arrancó el vehículo y en una maniobra brusca golpeó al agente, antes de huir.

A las 5.50 horas reapareció en la calle, con dos bolsas de plástico que arrojó a los agentes que lo pararon. Forcejeó con ellos y escapó pero finalmente fue detenido en Curros Enríquez gracias a la Policía Local. En las bolsas había toallas, sábanas ensangrentadas y 4 cuchillos. Había regresado para borrar huellas plantando fuego, según el fiscal. Además, trasladó el cadáver desde la habitación a la bañera y lo roció con lejía. El fuego provocado en el colchón se propagó por los muebles de la habitación, el suelo de la vivienda y otros objetos afectando a más de 100 metros cuadrados. Probar que hubo riesgo para las personas, o simplemente daños, influirá notablemente en la duración de la pena. El fiscal recuerda que los vecinos detectaron el humo y avisaron a los bomberos, lo que evitó que afectase a las plantas superiores y sus moradores.