El psiquiatra y neurólogo Manuel Cabaleiro Fabeiro (Ourense, 1943) ha dedicado casi medio siglo de su vida a la atención de la salud mental; en los últimos años solo en su clínica privada. El experto formó parte del equipo asistencial del psiquiátrico de Toén -su padre fue el fundador y el primer director-, una instalación que la Organización Mundial de la Salud (OMS) eligió como centro piloto y que fue el primero de España que integró a psicólogos en la terapia. Cerró en 2012. Cabaleiro considera que la actualización de fármacos y tratamientos permite integrar a los enfermos mentales en la sociedad, aunque con matices. Sería necesario "dotar más equipos de continuidad de cuidados para evitar internamientos prolongados, tal y como defiende la nueva psiquiatría, a la vez que se aseguran medidas de control de este tipo de pacientes y unas garantías mínimas".

Tras el cierre del psiquiátrico de Toén, los internamientos de pacientes con ese perfil se realizan en el hospital de Piñor, que pertenece al área integrada del CHUO. "Inicialmente los enfermos mentales pasan por la unidad de agudos, pero no aquellos que vayan a estar más de 15 o 21 días son trasladados a Piñor". En el pasado, recuerda Cabaleiro, los sanatorios mentales "eran un centro de protección a la sociedad, porque los pacientes mentales con patologías importantes no tienen conciencia de su enfermedad y había que estar encima para la medicación". Ese problema se corrigió, explica, desde la existencia de fármacos inyectables cuyo efecto se prolonga durante un mes. "Hace unos días se acaba de anunciar la salida al mercado de un fármaco que durará 4 meses".

El psiquiatra considera que con los avances en medicamentos la integración de enfermos mentales es "posible y segura para el resto" si se mantienen y potencian recursos como las unidades de continuidad de cuidados. "Son equipos formados por una enfermera, un auxiliar, un psiquiatra, y si es necesario una asistencia social, que acuden a visitar a domicilio a enfermos que están de alta. El trabajo de estas unidades genera mucha tranquilidad a las familias e incluso permite que haya pisos con varios enfermos mentales, porque están supervisados por estos equipos, normalmente día sí día no".

Uno de cada 1.000 habitantes padece un trastorno de tipo psicótico, como un problema bipolar o una esquizofrenia. Manuel Cabaleiro indica que estos enfermos son más "controlables y previsibles" que otros como los que sufren una demencia frontotemporal. "El más peligroso de todos es el enfermo con una disfunción o una enfermedad de tipo orgánico cerebral. Esas personas tienen reacciones en cortocircuito, con una explosividad colérica que pueden llegar a cometer una agresión grave. Una demencia no es una enfermedad normal y corriente, genera trastornos".

Al hilo del homicidio de una mujer producido el domingo en O Carballiño a manos de su marido, aquejado de posible demencia frontotemporal, el experto es categórico: "Que la gente enferma vaya a la cárcel es una barbaridad, salvo a una prisión psiquiátrica donde se les trate adecuadamente, con garantías para el alta y controles terapéuticos. Un enfermo mental de este tipo no es responsable de lo que hace en un momento determinado", dice el psiquiatra.

Los avances, añade este experto en conversación con FARO, permitirán desentrañar el mapa del cerebro, todavía desconocido. "Con las nuevas tecnologías se van a dar pasos cruciales en el análisis de la bioquímica del cerebro, que es el gran desconocido cuando absolutamente todo está en la cabeza".