Cuando un grupo de alumnos de Secundaria del CPI Virxe da Saleta, de Cea, se planteó hace dos años realizar un cortometraje y que ese trabajo abordase un tema de actualidad fueron muchas las ideas que salieron, pero solo una les afectaba directamente a cada uno de ellos, la despoblación. Todos son niños de aldea y saben muy bien qué que es y, sobre todo, que significa eso de la sangría demográfica que cada vez ocupa más titulares en los medios de comunicación. Ellos son protagonistas. Conviven con la agonía del rural y han querido explicar a través de su proyecto audiovisual como ven ese drama.

"Todos somos chavales de aldea, sabemos lo que está pasando", explica Carlota Álvarez, una de las autoras de Os xeranios do señor Alfonso, cortometraje de animación ganador del certamen OUFF Escola 2016 que organiza el Festival de Cine Internacional de Ourense y único proyecto gallego seleccionado para el concurso escolar del Festival de Cine de Zaragoza, que se celebra del 24 de noviembre al 3 de diciembre y en el que competirán con otros 24 centros educativos, seis de ellos extranjeros.

El corto, rodado con la técnica stop motion, relata en cuatro minutos la historia de Marco, un chaval que vive solo en un pueblo en el que no hay más niños. En uno de sus solitarios paseos en bicicleta descubre A Silveira, una aldea habitada por un único vecino, el señor Alfonso, un hombre mayor que cultiva geranios y con el que entabla amistad. Marco podría ser tranquilamente Álex Pico, alumno del colegio de Cea y guionista de esta historia que llegó a la aldea de Castrelo con cuatro años. "En mi pueblo vivimos solo mi familia, y otras tres personas ya mayores. No tengo hermanos y me entretenía paseando, andando en bici o jugando con la consola. Como Marco, con mis incursiones iba descubriendo pueblos que no conocía", relata.

Álex, igual que su compañera, defiende la vida en la aldea y el rural como una oportunidad. Carlota y sus hermanos son los únicos niños de Casarellos, Piñor, una aldea en la que solo vive su familia. En el pueblo más cercano, a medio kilómetro, no hay niños. El colegio es para ellos su segunda casa, "todos nos conocemos y pasamos allí mucho tiempo, es la forma de ver a nuestros amigos, de tener con quien jugar", describe Carlota. De vuelta a casa ya no hay planes con amigos, "aunque hay medios para quedar y desplazarse, no es tan fácil".

La historia de Marco, que un día se cruza con una ambulancia y al llegar a la casa del señor Alfonso descubre que este ya no está ni volverá, "podría ser la de cualquiera de nosotros", explica Carlota, "porque todo va a menos, tengo aldeas a mi alrededor en las que si antes había dos familias ahora solo queda una persona".

Al final del corto, Marco decide regresar cada día a A Silveira y regar los geranios de su amigo. Mientras alguien los cuide habrá esperanza. Carlota Álvarez, que cree que las administraciones "no están haciendo demasiados esfuerzos" en la apuesta por el rural, se muestra también optimista. "Sí, creo que la esperanza está en nosotros porque los mayores van a menos y tenemos que ser conscientes de que vivir en la aldea es un gran privilegio". Ahora tiene 16 años y se desplazarse a O Carballiño para cursar Bachillerato. Su siguiente destino estará más lejos, en la universidad, pero tiene claro que quiere volver. "Tal y como están las cosas lo veo muy difícil porque no hay trabajo aquí, pero yo si tengo posibilidades quiero quedarme, quiero vivir en la aldea, en contacto con la naturaleza". Aunque Carlota es realista y reconoce que no siempre es fácil, y menos para la gente joven. A veces "sí te siente sola, sobre todo si te comparas con otra gente que está a diario con sus amigos y ves que tú no tienes esa oportunidad o que no tienes al alcance lo que necesitas, pero después te das cuenta de que es un gran privilegio vivir aquí y que se aprende muchísimo, hay que saber apreciar lo que tenemos".

Álex Pico ve en el rural una oportunidad para volver a empezar. "Si la crisis sigue, tarde o temprano la gente va a volver al pueblo, el abandono nunca será total porque siempre habrá alguien que quiera empezar aquí". Lo que está pasando en el pueblo vecino, A Torre, con una única vecina que ha resurgido de casi la nada. "Hace dos años se instaló una pareja con dos niños, después otro matrimonio con un hijo adolescente y otra casa la arregló una chica", toda una revolución en un concello en el que una decena de aldeas tienen ya menos de cinco habitantes.