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Las escuchas telefónicas cierran el juicio contra diez acusados de tráfico de cocaína en Verín

Chismes, botones o percebes aparecen en las conversaciones entre los investigados que hoy se reproducirán en la Audiencia

Declaración de uno de los testigos en la Audiencia. // Iñaki Osorio

La Audiencia acoge hoy la tercera y última jornada del juicio contra diez personas acusadas de integrar una red de tráfico de drogas en Verín supuestamente implicadas en mayor o menor grado en el transporte, distribución y venta de cocaína. La fiscal solicita para ellos penas que suman 57 años de prisión. Los imputados negaron el delito pero sí admitieron en su mayoría el consumo. Varios amigos ratificaron ayer esta versión en la prueba testifical, en la que también declararon los hijos de uno de los acusados, A.L.C., que se enfrenta a una pena de 8 años de cárcel, y al que atribuyeron graves problemas económicos y familiares cuando en julio de 2010 fue detenido en la A-52 en Medina de Rioseco, Valladolid, con un kilo de cocaína.

Esta droga, según el relato de la fiscal, había sido comprada al cabecilla de la red, JA.D.G., vecino de Pontevedra, que suministraba a éste y a otro de los acusados que, a su vez, distribuían a terceros, entre ellos el clan familiar liderado por C.D.S., que también vendía de forma directa. Una de las piezas claves que maneja la acusación pública como prueba de esta actividad ilícita son las escuchas telefónicas practicadas por la Policía Nacional.

Las conversaciones serán reproducidas hoy en la sala de vistas de la Audiencia como parte de la prueba documental. Se trata de numerosos archivos de audio en los que los acusados reciben llamadas de supuestos clientes o contactan entre sí para dar respuesta a las peticiones. Los agentes que practicaron las escuchas declararon en el juicio que a ninguno de los acusados se les conocía "medio de vida" y que las llamadas telefónicas grabadas "aludían a sustancias estupefacientes", si bien se cuidaban de tomar las "medidas de seguridad" para desarrollar su actividad ilícita. Incluso, apuntó uno de los agentes, "según las veces que dejaban sonar una llamada sabían de quién se trataba". A C., por ejemplo, dice en una de las escuchas que a su hija V., que regenta una peluquería, "le van a llegar unas chaquetas chulas". También aparecen en sus conversaciones pedidos de "un par de botones", "la mitad del hilo" o "camisetas". En las llamadas a MA.M., que es panadero, se habla de "harina", "chismes" y "percebes". La fiscal preguntó a C. como era posible que cuando alguien la llamaba y le decía "baja dos" ella supiese ya de qué se trataba. La acusada, que tenía una sex shop afirmó que "serían productos eróticos".

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