Sanxenxo, con sus mil playas, sus edificios pegados al litoral, sus noches de fiesta, el marisco y el vino, es uno de los destinos turísticos favoritos del verano. Al nivel de localidades como la alicantina Denia, multiplica su población en verano y es, sí, la localidad gallega que en la que más crece el censo de residentes en vacaciones en relación con su padrón habitual. De 17.582 a 131.020, nada menos.

A Veiga, pequeño municipio ourensano de interior con apenas mil habitantes, soporta el mismo fenómeno, aunque con números más modestos. De 1.000, salta a 4.497. A diferencia de Sanxenxo, donde los residentes son turistas alojados en hoteles o en pisos de alquiler, en A Veiga los que ocupan las casas y viviendas que el resto del año están vacías son los emigrantes y sus familias, ya de segunda y tercera generación. Como Arancha y Félix. El padre de ella es uno más de seis hermanos que crecieron en A Veiga. Solo dos se quedaron en el pueblo, otros tres emigraron a Madrid y uno a Francia. En verano regresan todos y se juntan hermanos, tíos, primos, hijos y nietos. "Solo nosotros llenamos la aldea de Corzos", dice Arancha. A ella, que viene de Madrid, lo que más le gusta es la calma. "La naturaleza, hacer rutas, desconectar... y sobre todo que aquí el niño puede correr por la calle, salir solo, algo que en Madrid ni se nos pasa por la cabeza, aquí puedes dejarlo con total tranquilidad", señala.

A su lado está Basilio, de Zarauzt, que ha salido con su hijo al parque. No se conocían y ya son amigos. Hablan de las actividades que oferta el Concello para ese día. Ambos coinciden en que A Veiga es una paraíso natural con muchas posibilidades, pero "poco explotado", precisa Basilio. Sostiene que "el gran futuro del turismo son los críos, pero aquí no hay muchas opciones, del pantano al parque y del parque al pantano".

En la oficina de Turismo, Mar Giraldo, enumera un montón de posibilidades para niños y adultos. Por ejemplo, en la Praia dos Franceses, en el pantano del río Xares, justo a la entrada del núcleo de A Veiga, se organizan múltiples actividades, asegura. También juegos y talleres. Lo que más demandan los veraneantes en A Veiga son propuestas de naturaleza con la cumbre de Peña Trevinca como referente, y el cielo nocturno como singularidad. Contemplar las Perseidas es una de las citas favoritas y este año se estrenó la ruta "Entre lobos y estrellas", un recorrido nocturno entre los concellos de A Veiga y Carballeda de Valdeorras con observación astronómica y el aullido de los lobos de fondo.

La Praia dos Franceses es lo más parecido al turismo de sol y playa que A Veiga puede ofrecer a los veraneantes. Además de pedaletas y deportes náuticos, incluye un pantalán con trampolín y tobogán.

La mayor parte de los veraneantes llegan de Francia, Barcelona, País Vasco y Madrid. Ana Cimarras Pujol, casada con Francisco Fernández, que emigró de A Veiga siendo un niño, viene encantada cada año a la casa familiar en la aldea de Curra. Como muchos de los emigrantes que residen aquí en verano, alternan la estancia con escapadas a la playa y otros puntos de interés turístico en Galicia. "¿Ya quisieran en Cataluña tener unos pueblos como estos!", exclama.