Procesiones con alcaldes y concejales erguidos como mástiles y de mirada hierática, propia de la solemnidad que suponía acompañar en calidad de cargo público, a la imagen del Santiago Apóstol en la procesión de A Ponte . ¡Nada menos!. Niñas, si no impúberes, rozando la mayoría de edad, ruborizadas de orgullo por haber sido "entronizadas" reinas o damas de honor de las fiestas, en tiempos en los que ser miss o "majorette" llegada de Francia para lucir pantorrilla en los festejos, no tenía connotaciones sexistas. Total, si por entonces toda mujer era inhábil legalmente sin la firma del marido.

Tiendas de barrio y una plaza de abastos atestadas de productos para abastecer los menús de cada domicilio pontino, en los que, como en las bodas de antaño, el éxito se medía antes que por la calidad gourmet de los productos, por el número de entrantes, platos y postres, con los que el anfitrión iba agasajando, incluso en varios turnos, a amigos y parientes llegados de toda la provincia.

Así era A Ponte, la capitalidad de los pueblos de la provincia que habían recalado en esa orilla derecha del Miño, para buscar fortuna en la ciudad, y como tal el barrio se convertía cada Santiago Apóstol, en el lugar al que volvían los parientes que habían quedado en la ruralía, para comer, bailar, y celebrar, en la escueta geografía urbana de en esos pisos de 80 metros, del desarrollismo franquista, ese territorio de tránsito, a medio camino entre el pueblo y la ciudad, que era entonces el barrio. Todos cabían y había, milagrosamente, sillas y platos siempre para todos, e incluso espacio en las neveras de 1,60 de alto, la estatura media entonces de unos parroquianos, para los que las palabras "combi" y microondas eran todavía arcanos.

Paradójicamente ahora, que casi todos tienen de todo y hemos conquistado la libertad, se ha declarado el anatema a aquel mundo que fue. No quedan tiempo ni espacio en las vidas ni en las neveras para compartir, y las fiestas más multitudinarias de la ciudad, han estado a punto de desaparecer porque nadie quería coger el testigo.