Convirtieron un invernadero en Malladoiro, una aldea de Vilamarín, en Ourense, en una especie de fábrica para cultivar marihuana. La Guardia Civil se incautó entre los plásticos y en el domicilio de uno de los acusados, un antiguo club nocturno utilizado como un macro secadero, de una plantación de 1,3 toneladas, en uno de los mayores alijos de droga requisados en la provincia en los últimos años. Los tres hombres implicados han sido condenados. En una sentencia que no es firme -admite recurso ante la Audiencia Provincial-, la juez impone 4 años de cárcel a Carlos Martínez Gil, ourensano de 62 años; 3 años de prisión a su hijo Paul Joseph Martínez, de 31 y nacido en Nueva York; así como 1 año en calidad de cómplice a Artyom Baghdasaryan, de 30 años y armenio. Los dos primeros tendrán que abonar una multa de 2 millones de euros y 1,5, respectivamente.

Los invernaderos en mitad de la aldea, en una finca propiedad familiar de los acusados español y estadounidense, escondían sofisticados artilugios para optimizar el cultivo: riego por goteo, ventiladores en un techo con mecanismo de cierre, insecticida eléctrico, procesado automático, termómetros electrónicos o más de 600 litros de abono líquido para un mayor y más rápido crecimiento de las plantas, así como tallos cortados, medio centenar de sacos con ramas y hojas de marihuana, dos cubos de basura con plantas o 1.660 hoyos por haber cortado otras tantas. El alijo fue valorado en cerca de 1,38 millones de euros.

Los tres acusados se alternaban para cuidar las plantas y trasladarlas hasta el domicilio del ciudadano español, en la aldea de Vilariño (Piñor). En la vivienda, en la que residían dos de los tres implicados sin relacionarse con los vecinos, la Guardia Civil encontró útiles para la conservación del estupefaciente. Por toda la casa había humidificadores y ventiladores en el suelo, varios centenares de ramas de plantas de marihuana colgados del techo para su secado -había ventiladores encendidos en todas las habitaciones-, bases para las mismas, así como dos máquinas picadoras para culminar la elaboración.

Las defensas pidieron nulidad

Los agentes también hallaron una garrafa de 50 litros llena de cogollos, 1.600 euros en billetes de 20, dos relojes de alta gama, 270 maceteros, varios móviles con diferentes tarjetas y una agenda con direcciones y teléfonos. Los abogados trataron de que el caso se disipara con una absolución tras haber hecho hincapié, en el juicio, en la supuesta vulneración de derechos fundamentales de los registros, así como en supuestos errores en la cadena de custodia de la droga.

La magistrada descarta motivos de anulación del proceso y da por buena la actuación de la Guardia Civil, que sobre las 2,30 horas del 29 de agosto de 2012 vieron un vehículo que se de tenía en la finca y a dos personas que se bajaban y que, al detectar la presencia de los agentes, se introdujeron en el recinto a través de un agujero del cierre metálico. Los guardias no lograron darles alcance pero el fuerte olor los condujo hasta la plantación ilegal. Mientras era trasladado al cuartel, uno de los sospechosos dijo a los guardias; "Vais a alucinar", añadiendo que los sacos con la marihuana "miden como un hombre; no vais a poder con ellos".

La juez del Penal Uno entiende que las pruebas son suficientes para condenar a los tres hombres por un delito contra la salud pública. Acredita que padre e hijo se encargaron de acondicionar los invernaderos de la finca familiar, alternándose en la atención y cuidado de las plantas, así como en la recogida y traslado al domicilio de Vilariño. Por su parte, la magistrada sitúa la participación del armenio en un rol de cómplice, por colaborar en el traslado de sacos de plantas desde la finca a la casa. A la vista del reportaje fotográfico realizado por los agentes de la Guardia Civil, la magistrada deja claro que la cantidad de droga "en ningún caso era para consumo, sino que su destino era claramente industrial".