I. V. M. pensó en donar a una ONG la cantidad de medicamentos que se encontró en un contenedor de Celeiros, una aldea de 59 vecinos del municipio de Chandrexa de Queixa, hasta que ante tal acopio de medicinas empezó a sospechar. Las recogió, las guardó sistemáticamente en su domicilio y avisó al Seprona de la Guardia Civil. Los agentes, tras pensar al principio en un depósito ilegal de residuos, llegaron a la convicción de que podría tratarse de una estafa. Les llamó la atención que los envases, sin el código de barras que se extrae al ser despachados, estuvieran casi todos llenos y con una fecha de caducidad lejana. Por un presunto engaño para facturar medicamentos no requeridos por los clientes y cobrar así la aportación del Sergas fue detenido Juan Luis L. R., el farmacéutico. El acusado, de 51 años, negó ayer en el juicio estafa alguna y todos los vecinos que declararon como testigos, salvo el denunciante I. V. M., defendieron su versión.

El boticario, titular de la farmacia de Celeiros desde hace 20 años, dice que por la idiosincrasia de la población en Chandrexa de Queixa, envejecida, residente en núcleos dispersos y polimedicada, les enviaba en muchas ocasiones las medicinas, sin pasar la tarjeta, sino introduciendo manualmente el código personal de los usuarios, que tenía anotados. "Me llamaban para pedirlas, me daban su permiso, me dejaban sus hojas de prescripción y lo hacía por prestar un servicio a gente que es mayor. A veces no llevaban la tarjeta o no se leía y en el pueblo nos conocemos todos", contestó tras subrayarle la fiscal que tal proceder era irregular. La auxiliar de farmacia corroboraría en su turno estos argumentos.

El taxista, el conductor del autobús de línea, el encargado del supermercado del pueblo y el cura confirmaron que en varias ocasiones hacían viajes para llevar la medicación, o bien se deshicieron de envases en el contenedor. El primero atendía los recados de 1 a 3 vecinos al día. Después de que el denunciante, enfrentado al boticario por lindes, y que lo denunciaría después por supuestos insultos y amenazas a su mujer -las dos acciones fueron archivadas-, el 9 de mayo de 2013, Juan Luis fue detenido por la Guardia Civil, tras haber depositado en el cubo de la basura una bolsa con medicamentos.

Él se defendió ayer asegurando que creía que se trataba de otra bolsa con gasas, esparadrapo y otros útiles usados. Su intención, sostuvo en el interrogatorio, era trasladar las medicinas al almacén al que llegan los residuos recogidos en los puntos SIGRE de las farmacias, ya que el de su botica estaba lleno. Al meter las bolsas, con las prisas, pensé que tiraba la de las gasas", adujo. Los envases hallados, según él, eran de clientes que los habían devuelto porque "o no le sentaban bien, o habían acumulado en su domicilio o el médico se la había cambiado", hiló. ". Uno de los testigos, cliente de la farmacia, aseguró en el estrado que tiró medicamentos al contenedor, porque la botica, donde está el punto de recogida, estaba cerrada. Tras la noticia en la prensa se presentó en la botica para ponerse a disposición del perjudicado.

El profesional "nunca" desechó medicinas que no fueran las devueltas por los pacientes, "nunca" dispensó medicamentos "sin el consentimiento del titular" y "nunca" simuló dispensaciones para cobrar la parte de subvención del sistema sanitario. Pero la Fiscalía sostiene que tras comprobar, a través de los códigos personales que tenía anotados, si un paciente había retirado los medicamentos prescritos, el farmacéutico procedía presuntamente a simular que los dispensaba para facturar y cobrar del Sergas, de manera indebida, la parte del precio de la medicina no pagada por el usuario. Así retiraba presuntamente del envase el cupón donde figura el código del producto.

Según el ministerio público, el licenciado iba haciendo acopio de los envases en la propia farmacia y cuando reunía varios los tiraba en el contenedor más próximo. Según la Fiscalía, entre septiembre de 2012 y mayo de 2013, expidió presuntamente de forma irreal 435 medicamentos, consiguiendo que el Sergas abonase 4.903,74 euros.

Una inspectora confirmó que llegó a hacer 109 disposiciones en un solo día cuando en su visita de control, que duró 3 horas, "solo entró un paciente". El acusado lo atribuye a una caída de la línea de teléfono e internet desde el día anterior, lo que lo obligó a introducir los despachos en el sistema una vez restablecido el servicio. Además matizó que la cifra se refiere al número de medicamentos no de pacientes, que sería inferior dado que el perfil en el rural es de personas mayores polimedicadas.

La inspectora hizo un cruce entre los medicamentos hallados en el contenedor tras el arresto y las disposiciones que figuraban en el sistema informático. Más de un 50% correspondían con fármacos despachados dos días antes. De su visita y las explicaciones de la auxiliar presente dedujo que la de Celeiros era una especie de "tele farmacia".

La experta subrayó que un farmacéutico no puede recoger medicamentos devueltos por pacientes y, sobre la existencia de paquetes que supuestamente se enviaban a los clientes previa demanda, y tras admitir que se han abierto expedientes a varias farmacias del rural por tomar recetas por teléfono, la trabajadora de Sanidade zanjó: "No tiene sentido que en una farmacia haya envases sin el precinto".

La defensa ve nula la prueba

Pese a las explicaciones y a la versión de los diferentes testigos, la fiscal mantuvo la acusación por un delito continuado de estafa. Solicita 2 años de cárcel más el mismo periodo de inhabilitación para ejercer en farmacia o parafarmacia.

La defensa, que solicita la libre absolución, ve nula la prueba clave, "inválida e ineficaz". Cuestiona la "actuación lamentable" del Seprona por delegar en el denunciante la recogida de medicamentos, sin garantías procesales sobre su custodia. Según I. M. V., comprobó en dos ocasiones que el farmacéutico había arrojado bolsas y varias cajas de medicamentos al contenedor, situado a "entre 5 y 8 metros" de su casa. Hizo hasta 30 recogidas de fármacos, pañales y otros productos. Para la fiscal su versión no es dudosa, porque queda corroborada por más datos.

A preguntas de la defensa, los guardias civiles admitieron en el estrado que, a pesar de que realizaron vigilancias periódicas, nunca vieron al farmacéutico arrojar nada al contenedor, salvo el día de la detención, y que ni siquiera llegaron a detenerse o entrar en la botica para investigar las supuestas irregularidades. Para el instructor no había dudas "a simple vista" de que las bolsas que arrojaba a la basura el día que lo arrestaron tenía envases, no solo gasas u otros útiles desechables. Tras 3 horas de juicio, la magistrada del Penal Número 2 dictará sentencia.