Según la leyenda, la villa romana de Armeá, situada cerca del santuario de Augas Santas, era el lugar de residencia del pretor romano Olibrio, que se enamoró de Santa Mariña. Olibrio no fue capaz de conquistar a la joven de 15 años ni que esta renegara del cristianismo, por lo que decidió, a modo de venganza, encerrarla en los calabozos del castillo y, más tarde, colgarla, azotarla y herirla con peines de hierro. A los tres días, la joven estaba curada de cada una de estas tropelías. Ante tal desesperación, Olibrio la metió en un horno caliente, del cual fue rescatada por San Pedro. Para acabar con el calvario, el pretor decide decapitar a la Santa. Al caer la cabeza al suelo, esta rebotó tres veces, dando lugar a los tres manantiales ubicados actualmente en la Iglesia parroquial. Los restos arqueológicos secundan la leyenda; además del santuario y los manantiales, petroglifos, un castro, pilas seculares o restos de un horno prerromano reflejan un pasado legendario ligado a la tragedia de Santa Mariña.