En Galicia, los restos de una persona que tuvo funeral en su día pueden terminar en lugares inopinados. Cada año, se producen "2 o 3 casos" de hallazgos de ataúdes o cajas con huesos desenterrados. "Aparecen en el arcén de una carretera, en un vertedero o donde menos te lo esperas", retrata el antropólogo forense del Instituto de Medicina Legal (Imelga), Fernando Serrulla. A su mesa del departamento con sede en Verín llegaron este lunes los restos abandonados, el domingo, en el punto limpio de As Eiroás, una planta de recogida ubicada en el antiguo vertedero de Ourense. Las primeras hipótesis apuntan a que podrían tratarse de huesos de tres personas distintas. El experto empezará el examen para determinarlo.

Un vecino llamó a la Comisaría a las 22 horas de la noche del domingo para avisar de que había encontrado un ataúd con huesos en la planta de residuos. Se desplazaron hasta Eiroás agentes de la Brigada de Seguridad Ciudadana, que comprobaron que efectivamente podían tratarse de huesos de una persona. La patrulla solicitó la presencia de la unidad de Policía Científica y también fue alertado el médico forense de guardia. Los especialistas corroboraron que los restos abandonados eran humanos.

Corbatas y calzado, una pista

Según la hipótesis que resulta de la primera inspección, los huesos podrían pertenecer a tres personas distintas, por las corbatas y el calzado que se encontraba en el interior. La Policía sospecha que el autor de un depósito tan extraño se deshizo del ataúd para ganar espacio en una sepultura. El féretro se encontraba deteriorado, por lo que podría llevar bastante tiempo en el nicho antes de que fuera desenterrado y conducido -también se averigua el modo- al punto limpio de Ourense.

El antropólogo forense Fernando Serrulla calcula que "antes de un mes" habrá concluido su informe sobre este peculiar hallazgo. Con la información facilitada por la Policía y el juzgado, junto a otros elementos de referencia como las prendas contenidas en el ataúd, el especialista tratará de determinar "el número de individuos, si son adultos, su sexo, edad y talla, la causa de la muerte, así como el tiempo que pueden llevar fallecidos y también su identificación, que suele implicar prueba de ADN aunque en algunos casos no es necesario", según explicó ayer a FARO.

Ante estos casos contados que cada año llaman la atención, el antropólogo recuerda que, si la falta de espacio en un panteón es el problema, lo adecuado "es recoger los restos y trasladarlos a un cementerio de mayores dimensiones como el de Ourense, que tiene su osario".

De una multa a posible delito

Además de incumplir la normativa en materia sanitaria, enfrentándose el responsable al pago de multas administrativas, deshacerse de restos humanos que se encontraban en un cementerio podría ser motivo de un delito recogido en el Código Penal, en la sección de los delitos contra la libertad de conciencia, los sentimiento religiosos y el respeto a los difuntos.

Según el artículo 526, es responsable de esta infracción "el que, faltando al respeto debido a la memoria de los muertos, violare los sepulcros o sepulturas, profanare un cadáver o sus cenizas o, con ánimo de ultraje destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones, lápidas o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses".