Cada año en Vigo se celebran más de 20 entierros de caridad. Sencillos y con un coste de 1.750 euros cada uno, están dirigidos a personas fallecidas que carecen de familia o que no tienen recursos económicos. "Para nosotros es un sepelio igual que todos; lo raro hoy [por ayer] es que no había cura y que la caja tampoco traía la cruz", cuenta uno de los enterradores, que aclara también que estas inhumaciones de beneficencia no siempre son actos desarrollados en la soledad del de ayer. "Hay algunos a los que viene más gente", afirma, recordando por ejemplo el emotivo sepelio del mendigo Carlos Montouto, El Gringo. O el de otro hombre también fallecido, que se dedicaba a vender pañuelos de papel en la calle. "Le pusieron lápida y foto", dice. "Y después te encuentras con entierros de gente con familia a los que apenas viene nadie", afirma.

En muchas ocasiones, como ocurrió con José Ángel, este tipo de inhumaciones las requieren los juzgados.