La implantación del Passivhaus ha sido muy lenta en España pero gana fuerza incrementándose la certificación un 300% en los últimos tres años. La única que existe en Galicia está en Santiago, se llama Villa Ana y consiguió el certificado en 2012. El ourensano Leonardo Llamas, asegura que la inversión es similar al de una casa convencional, pudiéndose incrementar ligeramente en función de los materiales pero no por el uso de técnicas pasivas.

Estos edificios consiguen reducir en un 75% las necesidades de calefacción y refrigeración, de forma que la poca energía suplementaria se cubre con renovables. La construcción no requiere materiales especiales, sino la optimización de los recursos existentes con técnicas pasivas como reducir la superficie en contacto con el exterior para disminuir las necesidades de climatización, una orientación correcta de las ventanas y protecciones solares.