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Ourense, una parada en el camino de la concienciación

Jorge Abarca recorre la ruta jacobea en bicicleta para "salir de la rutina" de la enfermedad que padece, el ELA, y recaudar fondos

Miguel Ángel y Jorge Abarca, a su llegada a la Praza Maior de Ourense, donde fueron recibidos por Jesús Vázquez y Sofía Godoy. // J. Regal

Jorge Abarca es un peregrino de camino a Compostela. Ayer, rozando las cuatro de la tarde, él y otros siete jinetes a caballo de seis bicicletas hacían su entrada en la Praza Maior de Ourense. Cansados y sedientos llegaban a la ciudad después de recorrer los más de cien kilómetros que la separan de A Gudiña, localidad en la que iniciaban su penúltima etapa de una ruta jacobea que podría parecer como cualquier otra, pero nada más lejos de la realidad.

Jorge ha cogido la bici acompañado de su familia y amigos para liberarse. "Es la tercera vez que hago el Camino de Santiago, para mí es como una válvula de escape, una manera de salir de la rutina de mi enfermedad", explicaba este granadino de 42 años al que hace dos le diagnosticaron ELA.

Siempre ha sido un gran deportista. Por eso, ha decidido que la mejor terapia ante su caso de esclerosis lateral amiotrófica es el deporte. Ese mismo año en el que cambió su vida recuerda que: "Me derrumbé, fue un golpe muy duro para mí, entonces hice la promesa de hacer el Camino, mientras la enfermedad me lo permitiese, el año pasado y hace dos pude hacerlo andando pero ahora he tenido que optar por el tándem"; explicaba este granadino al que el ELA ya no le permite controla una bicicleta por sí mismo: "No soy capaz de manejar los frenos ni los cambios", reconocía.

Pero en realidad no importa, lleva con él a un compañero de excepción, su hermano Miguel Ángel, con el que comparte su viaje y unos grandes y despiertos ojos azules. Miguel Ángel valora la experiencia como "muy positiva". Él y Jorge repiten en turnos diferentes las mismas palabras: "La gente se está volcando con nosotros, cada localidad, cada ayuntamiento que visitamos nos tiende su mano".

Una experiencia que iniciaban hace diecisiete días y que ha permitido a Jorge demostrarse a sí mismo hasta donde puede llegar y de todo lo que es capaz: "Hoy estoy un poco cansado también por todos los kilómetros que acumulamos pero también satisfecho y orgulloso, porque nunca imaginé que con la enfermedad que tengo pudiese llegar hasta aquí", explicaba.

Una historia de superación que esconde un motivo más de ser. "Cuando me decidí a asumir este reto pensé en aprovecharlo para darle difusión a una enfermedad como e ELA, que todavía no es muy conocida", además de iniciar una campaña para recaudar fondos para la investigación. "Se me ocurrió poner en venta los 1.300 kilómetros que recorremos y conseguir un mínimo de 13.000 euros", explicaba. Ayer le daban la buena noticia. A algo más de cien kilómetros de su meta ya atesoraban 12.400 euros.

El hermano de Jorge reconoce que "es solo un pequeño pasito para colaborar en la investigación". Pero son conscientes de que pueden hacer mucho por la visibilización de esta dolencia: "Con el reto del caldero de cubitos de hielo se supo que esta enfermedad existía, ahora nosotros queremos que la gente la conozca más a fondo, para que sean conscientes de su gravedad", reivindicaba.

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