La procesión de A Ramallosa volvió a dar luz a la noche de Celanova. Un año más, miles de vecinos y visitantes recorrieron las calles de la localidad con los tradicionales faroles de papel iluminando toda la villa. Esta celebración da, además, el pistoletazo de salida para el resto de fiestas que tendrán lugar en Celanova durante los próximos diez días.

Pasadas las 23.00 horas el alumbrado público se apagaba y la comitiva arrancaba desde la parte sur de Celanova. Precisamente de esa zona es de donde surge esa arraigada costumbre.

"La primera documentación escrita sobre la procesión data del año 1913", explica el alcalde de la localidad, José Luis Ferro. Ya entonces, cuando se celebraba la fiesta en honor a la Virgen de la Encarnación, "el mayordomo que organizaba todo preparaba un ramo, en el se colgaban diferentes elementos, incluso alimentos, y se lo entregaba al que sería el mayordomo el año siguiente", cuenta el regidor. Sin embargo, aunque esta es la primera referencia escrita que existe, "posiblemente la tradición sea incluso anterior".

Otra explicación apunta hacia una motivación similar a la actual, ser el preámbulo de las fiestas de la Encarnación.

Fuese cual fuese su origen hoy se configura como una de las tradiciones más arraigadas. Aunque en su larga trayectoria la procesión de A Ramallosa sufrió altibajos, desde finales de la década de los 70, principios de los 80 del pasado siglo volvió a resurgir con más fuerza si cabe.

Volviendo al 2014, desde hace semanas, familias, grupos de amigos y asociaciones comenzaron a preparar sus creaciones para lucirlas en una de las noches más especiales de la villa.

En estos grupos se reúnen personas de todas las edades y condiciones, siendo una tradición que pasa incluso de generación en generación.

Desde hace 16 años Roberto Miranda participa en la procesión, en un grupo junto a otras 20 personas.

"Os Chopintan" llevan las tres últimas semanas dedicando "dos horas diarias al farol, por la tarde o después del trabajo nos reunimos en un bajo para tener todo listo cuando sea el día". La jornada llegó y en grupos de cuatro "portearon" su farol que, calcula Roberto, pesaba "más de 70 kilos".

Además del esfuerzo de construir estos globos, también supone un aporte económico "unos 15 euros por persona". Pero reconoce que su trabajo se queda en poco viendo los faroles que hacen otros grupos como "el de Ramirás que siempre hacen cosas espectaculares y que requieren muchísimo esfuerzo".

Para el resto de vecinos que no han reunido tiempo para confeccionar sus faroles o para los visitantes, el ayuntamiento disponían de 15.000 faroles de papel. Con todo, en sucesivas ediciones esperan fomentar su elaboración artesanal "una manera de conservar y preservar la tradición", señala el regidor de Celanova.

La música fue el último ingrediente de una noche muy genuina. Los vecinos definen esta fiesta como "diferente, más allá de una verbena o una fiesta gastronómica, se puedo contar, pero para entenderlo hay que estar esa noche en Celanova".