En Santoalla, una aldea de Petín de Valdeorras atrapada por un caprichoso paisaje de montañas ondulantes, vegetación refulgente y una quietud absoluta, se respira la atmósfera cunqueriana que el director Chano Piñeiro buscaba y encontró en la película "Sempre Xonxa" al escoger el pueblo de localización. Como en el film, la emigración y el abandono han hecho estragos en una localidad tragada por las ruinas de antiguas casas, un terreno de nadie que hace de frontera entre las dos únicas familias, enemistadas.

La ídilica aldea cautivó en 1997 a Martin Verfondern y su mujer Margo Pool en su huida del bullicio de los alrededores de Amsterdam, la capital de Holanda. Buscaban "aire puro" y un lugar tranquilo para cuidar a los animales y cultivar la huerta. Las cabras de Margo se subían ayer a las balaustradas derruidas de viejas viviendas mientras los periodistas, como el viernes por la noche la Guardia Civil, hacían de portadores de malas noticias."Por fin pueden investigar qué pasó y cómo", quiere la mujer. Desde la desaparición estuvo segura de que la ausencia del holandés "era un delito". Confía que "con las nuevas tecnologías", el caso se resuelva; entre tanto prefiere no hacer conjeturas. "Martin tenía problemas con los vecinos y con el alcalde, pero también puede ser que estuviera en un mal momento y en un mal sitio".

La tierra de esta esquina gallega removió el sueño del holandés y su mujer al tocar asuntos terrenales. "El problema era el dinero, como siempre". Una disputa sobre un monte con la única familia que queda en la localidad envileció la convivencia. Margo sigue cultivando el estilo de vida ecologista que practicó con su marido. Cría cabras, vacas y pollos y cuida la huerta. Colaboran voluntarios llegados de diversas partes del mundo, con sus caravanas bajo las estrellas de Santoalla. Uno de los visitantes dio la señal de alarma a Margo cuando el 19 de enero de 2010 Martin no regresó de sus recados. La mujer llevaba un mes en Alemania, el país de origen del desaparecido, cuidando a unos familiares. Regresó en un atracón de coche y la búsqueda se puso en marcha.

En los antecedentes, la mujer subraya el hecho de que Martin Verfondern pleitera por el derecho de propiedad de un terreno de unas 400 hectáreas que circunda el pueblo, frente a la oposición de sus rivales. Las dos familias llegaron al juzgado por este y otros asuntos, y el holandés, incluso a las manos con el patriarca, un octogenario que cierra la ventana cuando los periodistas llaman a su puerta. Mientras, en su aparato de radio, el boletín informa de la última hora del hallazgo de los posibles restos del holandés.

Su esposa Jovita sale al umbral después que uno de sus hijos, que deja la escena. "Eu non teño medo porque non fixe mal a nadie", responde a una pregunta. La señora, una de las figurantes de la película que hizo conocida a esta aldea, contó a la prensa momentos de buenas relaciones entre familias. "Bailaba aquí comigo na cociña". La mujer niega que se odiaran y musita la causa que ella atribuye a un posible crimen. "Por drogas". "Que conte a muller diante de min o que eu fixen; quitaba da boca para darlles de comer a eles, cando chegaron non traían nada". Martin era, para Jovita, "moi raro". "Un señor que veña de fora, que veña así...", comentó. Margo era "unha irmá". A Martin "non lle facía caso". La vecina, que pide que el caso "se aclare", observó que el holandés "quería ser el solo, pero nós tamén tiñamos que ter o noso posto".

Margo concluye diciendo que "no tengo miedo, no tengo problemas con nadie, lo único que quiero es mi paz".