Todas las pruebas del aparente crimen de Martin Verfondern, el holandés afincado en Valdeorras del que nada se sabía desde enero de 2010, se escudriñarán sobre la mesa del laboratorio. Las sospechas principales de la Guardia Civil apuntan a un homicidio planeado en su entorno de convivencia. El hombre estaba enfrentado por los derechos de propiedad de un monte vecinal de gran extensión con la única familia que, además de él, su mujer y los voluntarios acogidos por el matrimonio para colaborar en la agricultura y el cuidado de animales, vivía en la recóndita aldea de Santoalla (Petín), situada a una distancia de 12 kilómetros en línea recta -unos 25 a través de pistas y pistas de montaña- del pinar en la sierra do Eixe (A Veiga), diseminado de evidencias sobre el presunto homicidio, restos humanos incluidos: una calavera en varios trozos, una tibia y huesos diminutos.

Fernando Serrulla, el jefe de la unidad de antropología forense del Imelga, con base en Verín, examinará los fragmentos en los que se encontraba el cráneo y otros huesos hallados en cuatro puntos distintos del monte, en un radio de unos 100 metros con respecto al lugar en el que fue abandonado el vehículo del holandés que luego incendiaron.

El perro de la Guardia Civil adiestrado para localizar huesos y sangre humanos encontró, entre la maleza, lo que quedaba del cadáver. El experto confirmará si los restos corresponden, como todos los indicios sugieren, a Martin Verfondern e intentará determinar la posible causa de la muerte. En la inspección ocular, la Guardia Civil no ha visto signos aparentes de violencia que den luz sobre el tipo de lesiones o mecanismo que el asesino o asesinos habrían utilizado.

La Policía Judicial espera tener "en 10 o 15 días" un primer informe de resultados sobre las muestras recogidas, en busca de ADN o huellas, desde el martes en el pinar de A Veiga donde, a medida que avanzaba la inspección, se ensamblaron varios eslabones de la cadena. Los análisis se llevarán a cabo en la central de Madrid.

Sin respuestas durante más de cuatro años, todo cambió con el avistamiento fortuito del todoterreno de Verfondern, un brillo sospechoso desde el aire para el piloto del helicóptero de incendios de la Guardia Civil que sobrevolaba la zona. El aparatoso Chevrolet Blazer de Verfondern, quemado desde dentro y sin placas de matrícula, pasó inadvertido pese a que buena parte de la comarca, plagada de embalses y montañas sinuosas y afiladas, fue rastreada a pie, desde el aire y con medios de última tecnología como una cámara térmica, un sonar y un georradar.

El automóvil en el que Martin fue visto por última vez el 19 de enero de 2010 en Petín, cuando regresaba de hacer la compra en O Barco y de un ciber café de A Rúa donde quería conectarse a internet, será sometido a un nuevo barrido en el laboratorio central de la Policía Judicial, en Madrid. Los investigadores suponen que fue abandonado por el autor o autores del delito el mismo día de la desaparición.Una imagen aérea de junio de 2011 muestra al vehículo a una distancia de unos 50 metros de un gran cortafuegos.

A la derecha estaba el vehículo y al lado contrario de la franja de acceso, aparecieron los huesos, si bien el instituto armado no descarta que hubieran podido ser esparcidos por la fauna de la zona. Estaban diseminados entre la maleza -no en una fosa, como se creyó inicialmente-. Además, la Guardia Civil informó de la localización, ayer mismo, de restos de tela junto al coche de Verfondern que podrían corresponder a la ropa del holandés, así como de una carcasa de un móvil. Martin había dejado su teléfono en casa cuando desaparició, recordaba ayer su mujer.

En el pormenorizado rastreo, los investigadores encontraron también las marcas de una hoguera donde, según interpretan, los implicados habrían intentado eliminar pruebas; el mismo objetivo por el que incendiaron el todoterreno del holandés desde el interior en una combustión que resultó incompleta, puede que por la cruda climatología de enero en alta montaña. La fogata tampoco habría bastado. En el paraje examinado había restos de un ordenador portátil que podría ser de la víctima.

Después de cuatro días con un laboratorio de campaña en la zona, la Guardia Civil daba por concluida ayer, a las 17,35 horas de la tarde, la fase dedicada a la inspección ocular. La Benemérita está volcando sus medios en la resolución de un caso repleto de incógnitas desde 2010.

En los últimos días, han examinado el monte de A Veiga tres expertos en inspecciones oculares de crímenes adscritos a la unidad ECIO de la estructura central de la Guardia Civil. La operación está al mando del capitán de la Policía Judicial de la Comandancia de Ourense, al que apoyan dos agentes de la unidad especializados en delitos contra las personas. Este grupo resolvió, por ejemplo, el asesinato del chófer de Verín. La investigación se encuentra bajo secreto de actuaciones por orden del juez Roberto Barba, titular de Primera Instancia e Instrucción Número Dos de O Barco de Valdeorras y decano de la demarcación.

El magistrado y el secretario acudieron ayer al monte donde aparecieron las pruebas para autorizar el levantamiento de los restos mortales. Con la autoridad presente, los especialistas realizaron nuevos rastreos con la guía de un perro adiestrado del servicio cinológico de El Pardo, en Madrid. Un servicio de la Guardia Civil estuvo toda la madrugada custodiando la zona desde que, el viernes, se localizaron los restos humanos.Detrás del cordón, situado a unos 50 metros, del lugar donde se encontraba el cuerpo, estuvieron apostados los medios.

La investigación se centra en el entorno del holandés como en un principio. La hipótesis de un crimen se barajó después de la desaparición al perder peso la posibilidad de una marcha voluntaria que la esposa, Margo Pool, nunca consideró posible. No hubo movimientos bancarios ni entrada y salida de correos electrónicos tras la ausencia.

Hasta la localización del coche calcinado y el resto de incidios no se descartaba que la complicada orografía de Valdeorras ocultara un accidente. El foco está situado ahora en el homicidio. Entre las incógnitas que quedan por resolver, incluyendo a los autores, está la secuencia en la que tuvieron lugar los hechos. La Guardia Civil investiga si Martin Verfondern estaba vivo o ya había sido asesinado cuando los responsables llegaron al monte de A Veiga, que debían conocer bien, donde intentaron esconder su todoterreno. También se averigua si el holandés, del que no hubo pista alguna durante más de cuatro años, fue víctima de una emboscada o un engaño.