Según el nomenclátor del Instituto Galego de Estatística son exactamente 1.539 en el registro de 2013 los "pueblos fantasma" que se cuentan en este territorio, frente a los 1.496 del año anterior. A estos lugares hay que sumarle 2.380 aldeas con un solo habitante, según la misma fuente, y más de 3.000 con dos.

Eladia tiene el apoyo y atención de sus sobrinos, que viven en aldeas muy próximas, pero se resiste a dejar su casa. "Claro que me gustaría que hubiese más gente, pero ¿para dónde vas?", explica con una lucidez envidiable para quien está a unos meses de cumplir el siglo.

Su familia se encarga de la colada y la señora Eladia almuerza con ellos. Hay una cita que no perdona, y es la que tiene todos los días con su huerto. De camino al cultivo, algo encorvada pero con paso seguro gracias a su bastón, recuerda las fiestas del San Bartolomé y cómo se engalanaba la aldea entera, cuando el ambiente en Noguedo era muy diferente.

Como dice el doctor en Sociología y Demografía, profesor en el Campus de Ourense, Alberto Saco, "vivir en el rural se hace poco menos que imposible". Hace dos años que reside en Espartedo (Nogueira de Ramuín), y es el único que lo hace como vecino permanente, pese a que otras familias visitan prácticamente a diario sus casas, cuenta.

De su experiencia personal destaca "la calidad de vida" que ha encontrado y que no "cambiaría por nada", y señala que el rural no ofrece "esa vida urbana, de centros comerciales, que muchos quieren". Como experto hace hincapié en que la "estructura de la propiedad" que existe en Galicia, terrenos pequeños o propiedades con muchos dueños, dificulta la venta, e incluso fijar un sistema productivo sostenible. También remarca lo poco "dignificado" que está el trabajo en el campo o la errónea idea sobre que la vida en el rural es "marginal".

Precisamente, en esa otra cara de la moneda se encuentran algunos proyectos que han reanimado las constantes vitales de las aldeas.

Alexandre Bonnin es francés y encabeza desde hace tres años y medio un proyecto que pretende convertir la aldea de Saumede, de A Bola, en un "polígono cultural alternativo".

En este tiempo, de la mano de asociaciones españolas y francesas y con un grupo de voluntarios, se han reconstruido algunas de las edificaciones de la aldea. Para ello, explican, han contado con el apoyo del ayuntamiento y han tenido subvenciones estatales.

A finales del año pasado saltó otra noticia que intentaba insuflar nueva vida a un pequeño núcleo rural. A Barca, una aldea de Cortegada, colgaba el cartel de "se alquila", o mejor dicho, "se cede por cero euros durante 90 años prorrogables", según el alcalde del municipio, Avelino de Francisco Martínez. Hay interés, pero aún no ha surgido el proyecto definitivo.