Sea cual sea el caso, todos se preguntan si la bodega a la que suministran habitualmente su producción seguirá necesitando su uva y el precio que ofrecerán. De hecho, muchos viticultores venden su producto sin fijar de antemano un precio.

Y es que hay agricultores que ya están recibiendo noticias de las bodegas a las que habitualmente suministran en las que les informan de que este año no comprarán su fruto a ningún precio, alegando exceso de producto y falta de salida en el mercado.

"Las uvas no se pueden dejar colgadas en las cepas", es una de las frases más repetidas por los trabajadores del campo.

José Ramón González, secretario de Agricultura de la ejecutiva nacional de Unións Agrarias apunta hacia lo "perecedero del producto y la necesidad de ser recogido en una fecha determinada" para intentar explicar que una parte del sector bodeguero "presione" a los productores para que bajen el precio.

Además "no estamos hablando de cereal, la uva no se puede almacenar", abunda González.

La crisis no es ajena a los bodegueros, indica González, que señala que los viticultores son conscientes de "la difícil situación actual", si bien, aclara, "no es de recibo que sean siempre los agricultores los que paguen el pato".

Por eso, la exigencia fundamental de productores y sindicatos es que, cuando menos, "se garanticen unos precios que cubran los gastos de producción".

Para ello, insisten en la necesidad de que técnicos realicen cálculos sobre los costes de producción para equiparar los precios y establecer "un suelo mínimo para esos precios".

Los cálculos aproximados que exponen desde Unións Agrarias indican que "ninguna variedad de uva en O Ribeiro podría venderse por debajo de 60 céntimos" y las "castes o variedades preferentes a un euro".

Los agricultores de la zona explican que han cobrado en las dos últimas cosechas entre 45 y 50 céntimos de media por las uvas blancas jerez -una de las categorías más comunes-. En los otros extremos, hablan de casos en los que difícilmente llegaban a los 0,30 euros/kilo y otros en los que sí se superaban los 65 céntimos.

Sobre las variedades preferentes, como la treixadura, sí se alcanzan precios más próximos al euro, aseguran, e incluso superiores. Los bodegueros valoran, explican los propios proveedores, la calidad y la graduación.

Por este motivo son muchos los que cosecha tras cosecha se plantean la rentabilidad de las uvas, por su precio y los plazos de pago.

Así, barajan la posibilidad de dejar sus plantaciones, aunque en buena parte de los casos el apego a la tierra que fue pasando de padres a hijos hace que se deseche esta opción.

El viticultor debe contabilizar, no solo el salario que aspiraría a tener, sino el gasto en productos fitosanitarios, abonos o maquinaria.

Para una superficie de 3 hectáreas, cuentan los agricultores, pueden gastar anualmente más de 2.000 euros solo en productos fitosanitarios, más mineral, abonos, plantas y otros.