"Pasamos más de un siglo cuidando a varias generaciones de enfermos esta ciudad y ahora nos vamos para cuidarnos a nosotras mismas, pues la mayoría de las monjas están muy mayores y tenemos que atenderlas".

Un portavoz de la Congregación Siervas de María explicaba así los motivos de su marcha de Ourense, cuya casa en la calle Mestre Vide, en pleno centro urbano, cierra sus puertas el 1 de junio y las hermanas de la orden que quedaban a día de ayer -8 en total- "se reparten por varias casas, la mayoría en A Coruña donde reside el gran número de hermanas ya muy mayores", apuntan, que han pasado de ser cuidadoras a exigir cuidados, por tener un estado de salud que las hace altamente dependientes.

Es el sino de los tiempos. "Llegamos a ser más de veinte, la mayoría jóvenes, y algunas monjas como sor Luisa eran muy queridas en la ciudad, porque nuestro trabajo se desarrolla de noche, que es cuando salimos a la casas o la habitación del hospital donde está la persona que debemos cuidar y representamos al convento de madrugada", explica la superiora de la orden en el Ourense. "No me pongas el nombre, aquí somos todas siervas y punto", bromea con contundencia castellana, su ciudad de origen.

La marcha se ha ido produciendo escalonadamente. "Una para la sede de Oporto, otras para las casas repartidas por España; yo en concreto me voy para A Coruña, hay mucho trabajo allí", insiste la superiora.

Reconoce que "la decisión ha sido de nuestros superiores, al igual que han ido cerrando otras casas en España por falta de vocaciones, pero se hace muy duro dejar Ourense, la gente ha sido especialmente cariñosa y acogedora con nosotros aquí", afirma la superiora de Ourense.

En este momento, de las 8 hermanas que quedan en Ourense, solo una puede hacer el trabajo nocturno de cuidado de enfermos que tienen encomendado en su labor de servicio. "La más joven tiene ya cincuenta y pico años, pero tenemos a otras dos de 93 y 84 años que precisan muchos cuidados y a las que tenemos que dedicarle su tiempo".

Su horario de trabajo, con salida a las 21.30 de la noche para cuidar y el regreso en torno a las seis y media de la mañana "es duro y crea trastornos de sueño, no se puede mantener esto toda la vida".

El problema ahora es el relevo para un trabajo que requiere preparación, sobre todo psicológica. Los países más pobres, según reconocen las propias siervas, zonas de Filipinas, Haití y puntos depauperados, pues la orden tiene casas en cuatro continentes, son las que están generando mayor número de vocaciones. "Pero estas jóvenes necesitan al menos para formarse en lo espiritual y en lo religioso pues el trabajo que van a realizar es duro", afirman.

Queda ahora el destino del edificio de siete plantas ubicado en calle Mestre Vide, muy cerca de la Comisaría de Ourense y por tanto del centro urbano, que dejan vacío tras su marcha, y si este se pondrá a la venta en el mercado inmobiliario.

"Estas son cosas de la casa principal, nosotras no decidimos. Además, ¿Quién sabe?, a lo mejor las cosas mejoran con el tiempo y nos destinan de nuevo a Ourense; sería una alegría para todas nosotras. Levantar una casa es muy duro. Además esta ciudad nos marcó, fueron muchas horas compartiendo momentos difíciles con los enfermos y sus familias", afirma la superiora.