Manuel Rial Díaz vive desde julio de 2010 temiendo la llegada de la notificación que le ponga a su vida en Reza fecha de salida. Su casa, la número 4 de la principal, está en el medio y medio del lugar que ocupará la nueva depuradora. Rial sabe que intentar frenar la ocupación "es remar contracorriente" pero luchará para lograr un precio justo.

Un precio que cubra los 387 metros cuadrados construidos en los que vive con su familia desde 1970 y el restaurante del que es propietario, pero también los puestos de trabajo de su mujer y dos de sus hijos que se ocupan del bar e incluso de los empleados que necesita (hasta ocho en verano) y la larga vida de los árboles que han dado sombra a los miles de clientes que han colgado a la Casa Rial la etiqueta de "lugar con encanto".

"¿Con qué criterio van a valorar todo esto?", se pregunta. Desde que cayó sobre él el mazazo de la expropiación lo único que ha recibido es la reciente y "escueta" visita de unos mediadores que anunciaron una reunión con la comisión de expropiación que todavía no se ha producido "para fijar el justiprecio". Manuel Rial es consciente de que "lo que tengo aquí no lo voy a encontrar pero tampoco sé a qué puedo aspirar porque no tengo ni idea del dinero con el que voy a contar, a lo mejor me dan una patada en el culo pero voy a luchar".

Reconoce que la nueva depuradora es necesaria para la ciudad y que "este es el precio que hay que pagar por el progreso", pero también defiende que "había otras ubicaciones posibles y seguro que mejores que esta".

Ahora se enfrenta a una realidad que exige tomar una decisión: "Yo tengo 66 años y estoy jubilado, pero mi mujer no, es la gerente, y mis hijos viven de esto. Yo no quiero cambiar, soy feliz aquí, donde está mi casa, mi negocio y el porvenir de mis hijos ¿qué hago? ¿empezar de nuevo en otro sitio y esperar a que crezcan los árboles otra vez? No es solo decir me voy de aquí y ya está, es que me voy llorando y con un gran dolor en el corazón", se lamenta.

Desde ayer, el reloj de la tranquilidad que le ofrecía un negocio que funcionaba en plena crisis ha iniciado la cuenta atrás.