Por separado y sin opción al roce. Los dos frentes sindicales que ayer recorrieron la ciudad para conmemorar el Día Internacional del Trabajador dividieron el clamor ourensano contra los recortes y las políticas de austeridad. El centro de la diana era el mismo, pero la falta de entendimiento entre los sindicatos de ámbito estatal y las fuerzas nacionalistas hizo imposible la unidad en el Primero de Mayo más duro para la provincia desde que comenzó la crisis: 32.300 parados y una tasa de desempleo del 24%, 11.400 familias con todos sus miembros en paro y la segunda tasa de actividad más baja del Estado (47,9%). Con datos así, ninguno de los líderes sindicales se atrevió a hablar de fiesta para los trabajadores: "Es un día de lucha y reivindicación", lamentaron.

Así que primero siguiendo a CC OO y UGT, y media hora más tarde a la CIG, la ciudad enarboló la bandera de la rebeldía representada en un sinfín de siglas y colores. Hasta quince pancartas de diferentes colectivos circularon entre el pabellón de Os Remedios y la Subdelegación lanzando consignas sociales contra el Gobierno de Rajoy. "Estamos al límite" gritó la secretaria de Comisiones, Ana Barrios, en su intervención ante una abarrotada plaza de la Subdelegación del Gobierno: "No nos callaremos ni nos resignaremos, no nos van a doblegar".

La Policía Local calculó que 2.500 personas participaron en ambas movilizaciones. La más numerosa, la de la CIG, con 1.400 manifestantes, frente a los 1.100 que congregaron Comisiones Obreras y UGT juntos. Las estimaciones de los convocantes se alejan bastante de estas cifras, duplicando el dato oficial.

Para evitar posibles ataques a la sede del PP, la Policía Nacional custodió el portal 49 de la calle Progreso con varios efectivos y un furgón atravesado frente a la acera. Esta presencia no intimidó a los manifestantes, que se paraban frente a la fachada para elevar el tono de sus consignas y culpar a los presidentes de Galicia y de España de "sangrar" a los ciudadanos a golpe de tijera.

También el edificio de la Diputación estaba custodiado por la Policía Nacional. Aquí se detuvieron algunos de los manifestantes para señalar el edificio como "la cueva de Alí Babá" y a Baltar como "cacique".

CC OO y UGT fueron los primeros en llegar a la Subdelegación. Entre ellos caras conocidas de la política como los socialistas Laura Seara, Raúl Fernández, María Quintas, Carmen Dacosta, Pablo López, José Ángel Vázquez Barquero o el alcalde Agustín Fernández.

La secretaria xeral de Comisiones, Ana Barrios, auguró un futuro de "más mentiras, más recortes y más precariedad" bajo el mando de "los discípulos aventajados de Merkel", Feijóo y Rajoy, a los que acusó de "desangrar a un pueblo que ya está asfixiado con tanto recorte". El líder de UGT, José Luis Fernández Celis, dijo que los gobiernos del PP han llevado a la provincia a la "desertización económica" a base de ERE y recortes.

Cuando llegaron los manifestantes que secundaron la llamada de la CIG, la plaza ya estaba despejada y sonaba el "Grândola, Vila Morena", de Zeca Afonso, como símbolo de la lucha ciudadana. El responsable comarcal Etelvino Blanco mostró su solidaridad con el pueblo portugués y sugirió "repetir aquella revuelta" del 25 de abril "porque estamos padeciendo los mismos problemas por culpa de la dictadura capitalista".

El BNG estuvo muy presente en esta manifestación con cargos orgánicos y públicos como Tereixa Paz, Marcos Ferradás, Ximena González, Xosé Somoza, Xosé Manuel Fírvida, Susana Gómez o Montse Nóvoa. Etelvino Blanco se refirió también a la "desindustrialización" de Ourense fruto de la "política apisonadora" del PP contra los derechos de los trabajadores y acusó al gobierno de actuar "con total crueldad". Pidió dimisiones y una nueva convocatoria de huelga general.