El parálisis en la implantación de grandes superficies comerciales (Hipercor y Eroski) en la capital a causa de la caída del PXOM de 2003 y el frenazo en seco del desarrollo urbanístico ha convertido la zona centro de la ciudad en una gran área de negocio a cielo abierto. El desembarco imparable de las franquicias ha ido desplazando al pequeño comercio hacia el cinturón que rodea Paseo y Santo Domingo donde los alquileres restan ceros y además suelen ser negociables. En la "milla de oro", en cambio, los propietarios se permiten fijar precios y esperar a que una franquicia llame a su puerta. Salvo una o dos excepciones, un bajo comercial en la calle Paseo no está más de tres meses sin alquilar.

Así, algunas inmobiliarias de la ciudad han encontrado en las grandes firmas de moda y calzado un filón. Hay demanda de locales para instalarse y estudios de viabilidad económica que recomiendan su implantación en el centro, pero las franquicias chocan con precios demasiado elevados y posturas innegociables por parte de los propietarios. Jack and Jones y Women Secret están en la actualidad en esa lista de espera.

Es ahí donde la figura del gestor inmobiliario debe manejar con habilidad sus cartas. Según explican algunos agentes inmobiliarios, los propietarios de estos inmuebles en Paso, Santo Domingo y perpendiculares como Concordia o Cardenal Quiroga no tienen problemas económicos y prefieren esperar a que llegue un cliente dispuesto a pagar que negociar a la baja. La textil H&M es la que ostenta el récord de renta en la ciudad, al pagar 30.000 euros al mes por un local de tres plantas en Paseo.

Aunque no todas las franquicias pueden asumir este nivel de rentas, algunas se han visto obligadas a cerrar ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con los propietarios para rebajar precios. Es el caso de Springfield, en Paseo, que cerró una de las dos tiendas que tenía en la peatonal.

Así, y ante la inflexibilidad de muchos propietarios, se ha impuesto en la mayoría de los nuevos alquileres la denominada renta progresiva, de forma que el arrendador mantiene su precio de salida pero el cliente empieza abonando un precio inferior que se va incrementando cada año hasta llegar al horizonte marcado al inicio de la negociación. El precio final suele estar entre los 9.000 y los 12.000 euros.

Esta tenacidad por parte de los propietarios que se niegan a bajar precios a sabiendas de que los negocios acabarán liquidando por no poder asumir el alquiler se traduce en una oleada de cierres, traspasos y cambios de ubicación. El comercio de proximidad que antes se instalaba en la zona centro busca ahora locales más baratos en la periferia urbana donde se pueden encontrar bajos de 150 metros por 2.500 euros al mes y a unas condiciones muy alejadas de las que se exigen en la "milla de oro", donde pedir 12.000 euros por un local de 250 metros cuadrados se ha convertido en lo normal.

Reactivación del mercado

En paralelo al inalcanzable negocio de las franquicias, el incremento del paro y la precarización del trabajo ha reactivado también el mercado del alquiler de bajos comerciales en el resto del núcleo urbano.

El director de Inmobiliarias Ourense, Saúl Mallo, ha observado un aumento de la demanda de locales desde que comenzó 2013: "Suelen ser jóvenes que se han quedado sin trabajo o que no lo encuentran y se decantan por el autoempleo", explica. Normalmente, añade, "cuentan con el apoyo de sus padres o deciden dedicarle a una idea todos sus ahorros".

Más allá del entorno de Paseo y Santo Domingo, los propietarios se muestran más abiertos a la negociación, aunque de partida, afirma Mallo, "siempre dicen que no". Hasta los 6.000 euros de media que se puede pedir en el anillo urbano, hay un amplio abanico de precios. Calles como Ervedelo o Curros Enríquez, en los lindes de la zona comercial más céntrica ofrecen precios relativamente moderados.

Los agentes inmobiliarios constatan la agitada vida de los locales comerciales, que en el actual contexto de crisis pueden abrir a lo grande y cerrar a los pocos meses, e incluso bajos reformados que cambian de dueños sin apenas tiempo a desconcharse. En los barrios, en cambio, es más difícil encontrar sustituto para un establecimiento que liquida por pérdidas o jubilación.