Decía Jean Genet, pienso yo que con muy mala leche, que la dificultad era la cortesía que el escritor tenía con el lector y, efectivamente, cuando alguien consume no pocas horas de su vida leyendo, con frecuencia se encuentra a autores cuyo barroquismo o hermetismo los hace poco menos que inextricables; en el ámbito de la poesía me desesperé en numerosas ocasiones con poemas que exigían una obstinada relectura para acceder a su comprensión o al menos a su vislumbre. Poetas como Ashbery, Paul Celan, John Donne o Georg Trakl producen con sus versos una ciega revelación, un confuso deslumbramiento que nos permite atisbar algo que siempre queda en la sombra y tal vez el prestigio de la poesía provenga en parte de esa oscuridad que tiene la esquiva eficacia de un oráculo que no sabemos interpretar. El poeta, parafraseando libérrimamente a José Ángel Valente, sería el instrumento que dialogase con los dioses y llevara su mensaje a los miembros de la tribu.

Pero voy a ceñirme al ámbito de la narrativa ya que por lo general los seres humanos nos comunicamos por medio de la prosa, cada día más escueta y pobre pero prosa al fin y al cabo. Hay obras cortésmente difíciles de leer por su novedosa complejidad y que animan a muchos a abandonar su lectura; por ejemplo, Paradiso (Lezama Lima), Esa ciudad (Javier Pastor), Rayuela (Julio Cortázar), Ulises (James Joyce) o Don Julián (Juan Goytisolo): dichas novelas reclaman un esfuerzo por parte del lector y sólo al cabo de algunas relecturas podemos degustarlas abiertamente. Sin embargo, hay novelas que particularmente no entendí jamás; eso me ocurrió, pese a un inteligentísimo ensayo de García Sabell que desentraña el confuso argumento de la obra, con Finnegans Wake, ese juego perverso e intrincado del dublinés. Reproduzco un enjundioso fragmento de la valerosa traducción llevaba a cabo por Víctor Pozanco para la editorial Lumen: "¡Qué violentos choques genpositivos y gennegativos! ¡Ostrasgodos contra pescisgodos! ¡Brékkek Kékkek Kékkek! ¡Kóax Kóax Kóax! ¡Ualu Ualu Ualu!" Asumo la vergüenza de reconocer que no entendí ni jota y jamás culminé su lectura, doloroso gatillazo que me perseguirá hasta la tumba. Pero no me arredran los retos narrativos y allá en mi juventud peleé con denuedo contra textos como éste de Tristan Tzara, "yo prefiero al poeta que es un pedo en una máquina de vapor es mano pero no llora educado y semipederasta, va nadando" y creo intuir la ligereza surrealista del manifiesto: sólo creo, conste. Salí asimismo fortalecido de abstrusas investigaciones en páginas como ésta de Peter Handke: "Esta noche hemos jugado. Hemos dado un sentido a nuestro juego. Hemos dado intencionadamente el sinsentido. Nuestras palabras tenían un segundo sentido y un sentido oculto. Ustedes eran dobles". Degusto sin desánimo a Beckett, en mi opinión uno de los cinco o seis mejores escritores del siglo XX. Pondré un último ejemplo de esas lecturas cortésmente dificultosas que exigen mentes sin prejuicios, dosis de paciencia y tenacidad suicida. El parágrafo pertenece a Poundemonium de Julián Ríos: "Let's to music! Otro elepé, Elpenor, otro Long Pound to play around, otro Longo Bardo, otro cantar de los cantares, hermana, de Ezra el Admirable, para solazarnos con el alba" y les juro que aunque se me escapan bastantes de sus múltiples referencias y no destripo algunos de sus numerosos juegos de palabras, me gustan la valentía y la sonoridad de Ríos.

Creo que con esto queda demostrado que no soy un lector que se amilane fácilmente ante retos exigentes pero debo confesar que hay un texto que cayó en mis manos semanas atrás, que leí y releí sin comprenderlo, que me causó el desconcierto que en su día me inspiró la lectura de Finnegans Wake y que reproduzco por si algún lector compasivo tiene a bien iluminarme acerca de su significado (si lo posee). El fragmento en cuestión dice literalmente: "La indemnización que se pactó fue en diferido y como fue una indemnización en diferido, en forma efectivamente de simulación?, de simulación o de lo que hubiera sido en partes de una?, de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social, es que si no hubiera sido?, ahora se habla mucho de pagos que no tienen retenciones a la Seguridad Social, ¿verdad?, pues aquí se quiso hacer como hay que hacerlo, es decir con la retención a la Seguridad Social" y olé. Eso se lo tuvo que escribir Groucho Marx. O Rafael Azcona. O el Woody Allen de los buenos tiempos. Puro hermetismo.