La parroquia de San Pío X, la red de amparo de 184 familias -"un 62% más que antes de que empezara esta crisis"- en el barrio periférico de Mariñamansa en Ourense, una prolongación de la trama urbana hacia sus estribaciones, registró la madrugada del viernes un robo que no ha perturbado la acción ineluctable de auxilio a desamparados que desempeñan el párroco Luis Rodríguez, el grupo de Cáritas de Ourense, los voluntarios del ropero y rostros anónimos de todas las edades que dedican su tiempo al bien ajeno. Preocupa, con todo, que entre el aluvión de visitas diarias que recibe el centro eclesiástico algunos escondan intenciones aviesas. "Los que entraron tenían que conocer perfectamente el lugar", conjeturaba el sacerdote. Todas y cada una de las puertas permanecía cerradas ayer a cal y canto por los antecedentes.

El cura, un exponente de la nueva generación diocesana, más abierta y apegada al diapasón cotidiano, saluda gentilmente a parejas y personas que peregrinaban a la hora de la comida ayer a su centro parroquial, un refugio donde varar con alimento asegurando entre las aguas procelosas de la necesidad. Por eso al religioso le llamaba tanto la atención el robo del que se libró por fortuna. "Escuché ruido y opté por no salir. Nunca sabes lo que va a pasar. Llamé a la Policía Local y el sacristán que está aquí al lado les abrió la puerta. Luego los agentes me dijeron que hice bien, porque llevaban palas que nos habían cogido, cinta americana posiblemente para amordazar y nunca se sabe lo que podría haber pasado".

Luis Rodríguez, en un breve intermedio entre su labor diocesana y dirección del festival de la canción misionera que se celebró ayer por la tarde, ejerció de guía a través del entramado de puertas y estancias a distintas alturas del complejo parroquial de San Pío X, en su día plaza de toros de Ourense antes de que el ayuntamiento permutara terrenos con la Diócesis y transformara el coso de mediados de siglo en una de las iglesias más populosas de Ourense, con espacio para 700 feligreses.

El crecimiento exponencial de delitos a causa de la crisis -los robos con fuerza superan los 1.500 casos al año en Ourense tras sufrir un incremento del 25% en un año- obligó a intervenir a las 2,45 horas del viernes a agentes municipales. Los agentes localizaron a los tres presuntos ladrones -dos rumanos de 26 y 31 años y un portugués de 29- escondidos entre unas cajas de la buhardilla, en la altura superior de la casa parroquial. "Detenidos me dijeron que solo querían alimentos", recordaba ayer el sacerdote.

Irrumpieron en San Pío X por la iglesia tras salar un cierre de dos metros de altura, forzaron el lampadario para buscar monedas, violentaron el sagrario del altar y, en la sacristía, se apoderaron de envases con apariencia de plata y oreo de los óleos bautismales. A través de un salón parroquial accedieron al edificio en el que se encuentran el despacho del cura, al que también entraron por la fuerza- y, en la última planta, el ropero diocesano.

Los agentes los arrestaron con todo el equipo encima: cincel, martillo, guantes, linternas, gorros de lana... Los tres pasaron a disposición de la autoridad j judicial el viernes y quedaron en libertad con cargos.