Teresa C.P., de 56 años y vecina de Seixomil, en A Bola, todavía no se ha recuperado del susto que pasó el lunes a las 22 horas, cuando se disponía a cerrar la puerta de la tienda bar que regenta en el mismo inmueble en el que reside. Dos encapuchados la asaltaron, ataron y amordazaron para llevarse 200 euros de la caja y 6.000 en tabaco. Arrastrándose por el local pudo llegar al teléfono y avisar a la Guardia Civil cuando los asaltantes huyeron. No sufrió daños más allá de los moratones que le dejaron las cintas en las manos, pero el miedo no hay quien se lo quite. "Fue terrible, aquí ya no me queda otra cosa que vivir con miedo", lamenta la mujer, que vive sola en una aldea habitada por otras 15 personas.

La Guardia Civil ha puesto los hechos en conocimiento del Juzgado de Celanova, que ha iniciado una investigación para esclarecer lo sucedido.

Unos minutos después de que saliesen los dos últimos clientes del bar A Bola, Teresa se disponía a echar el cerrojo de la puerta cuando se vio abordada por dos encapuchados que la sujetaron y la empujaron hacia el interior pidiéndole el dinero y el tabaco. Solo hablaba uno de ellos, que repetía una y otra vez que le entregase la mercancía mientras el otro la agarraba inmovilizándole las manos a la espalda. "Le dije que no me sujetase tanto y que le daba el dinero sin problema", relata. Después de entregarle lo que había en la caja (200 euros) reclamaron el tabaco. Las cajas estaban en el almacén y fue allí donde la ataron de pies y manos con cinta y la amordazaron, dejándola en el suelo de espaldas a la mercancía.

En este punto del episodio, Teresa cuenta que mientras uno cargaba el tabaco, el otro trataba de calmarla diciéndole "tranquila, non pasa nada". En ese momento percibió que la voz le resultaba familiar y ayer mismo, de madrugada, "dándole vueltas a la cabeza", le pareció reconocer la de un cliente no habitual pero que desde hace años visita el bar.

También fue en el momento en que la dejaron atada cuando se percató de que había una tercera persona, una mujer, que les gritaba desde fuera "vámonos, vámonos". Otra voz que le resultó conocida y que horas después del incidente vinculó con la del otro hombre, visualizando a "una pandilla" de unos 40 años que, juntos o por separado, visitaban el bar.

Los dos encapuchados emprendieron la huida en un vehículo que no logró distinguir dejándola allí, atada y amordazada. Levantándose y cayendo al suelo al no poder caminar, llegó arrastrándose al teléfono para llamar al 062 y avisar del robo. Fuera había cartones de tabaco en el suelo pisados por la rápida huida.

Teresa está convencida de que uno de los dos encapuchados era cliente del bar "porque conocía bien el sitio y sabía donde estaban las cosas". El otro "no habló nada", de lo que deduce que "quizás por miedo a que lo reconociese".

Su tienda ya ha sido objeto de otros robos, pero ella nunca había estado en contacto con los asaltantes. "La puerta está toda marcada de querer reventarla. Ahora puse cerrojos por toda la casa", concluye.