Hace 150 años las playas de todo el mundo estaban desiertas. Eran naturaleza salvaje y peligrosa, a la que había que acercarse con todas las precauciones. La humanidad vivía de espaldas al mar, al que temían sobremanera y miraban con recelo. Al mar no se le veía más utilidad que la pesca y la función de vertedero.

Algunos médicos europeos intuyeron que el mar era como un bálsamo para la salud. El tiempo les dio la razón. No necesitaron escribir largos protocolos para darle forma científica a su descubrimiento; no necesitaron hacer campañas de divulgación de su nueva medicina. El éxito les arrolló: la gente lo vio claro, clarísimo, sin necesidad de mayores explicaciones. Pocos se imaginaron cuando trasladaron al mar la práctica de los baños, que kilómetros y kilómetros de playas en todo el mundo estarían flanqueadas dos siglos después por millones de hoteles, casas y apartamentos, construidos con el único fin de desplazarse las gentes de tierra adentro a gozar todos los veranos de los baños de mar y de sol.

La composición del agua de mar es similar a la del plasma sanguíneo. Esto hace que por medio de la absorción osmótica el organismo recupere su equilibrio. Este proceso natural ocurre en todas las células vivas y se basa en el flujo de agua por difusión desde zonas donde se encuentra relativamente pura, con baja concentración de sales, a zonas donde se encuentra con alta concentración, a través de una membrana semipermeable. El resultado final es el equilibrio de concentraciones entre los dos medios.

La temperatura que facilita este proceso de osmosis es entre 35 y 37º C, como la temperatura corporal. Esto facilita la absorción a través de la piel de los elementos contenidos en el agua, sobre todo el yodo y el sodio, produciendo su renovación.

Y entre las grandes revoluciones de carácter terapéutico que se pusieron en marcha, se fue abriendo paso el recurso al mar como gran fuente de salud. En 1828 se construían en Viareggio, Italia, los primeros establecimientos para los baños de mar, en una costa que ya los romanos habían privilegiado, haciendo en ella importantes obras de saneamiento. Por entonces los baños de mar eran una gran revolución dentro del concepto clásico de los balnearios. Los baños de mar fueron lo más nuevo en terapéutica. Y algo tuvieron que encontrar en ellos los habituales de los balnearios, que eran quienes allí acudían asistidos en lujosas instalaciones hoteleras, puesto que de 330 habitantes que tenía la villa un siglo antes, centuplicó a lo largo del siglo siguiente su población, con esa sola actividad como motor de su crecimiento.

Como consecuencia de haberse puesto de moda el concepto de terapia, ha crecido de forma espectacular el listado de nuevas palabras terminadas en terapia, una de ellas fue la talasoterapia. Es éste uno de los efectos del crecimiento de la medicina alternativa, que opta siempre por las curas no agresivas.

Parece que fueron los franceses los primeros que pensaron en la conveniencia de reunir bajo una denominación atractiva el conjunto de actividades y recursos terapéuticos que tienen como base principal el agua de mar. No fueron ellos los descubridores de las virtudes del mar: desde siempre se habían recomendado el clima marino y los baños en el mar para determinadas enfermedades. Esos fueron los cimientos de la talasoterapia. Pero mientras no constituyeron estas prácticas un todo sistemático y diferenciado de las demás curas por las aguas, no se pensó aún en recogerlas bajo un nombre diferenciado.

La talasoterapia es un método de terapia que se basa en el uso de diferentes medios marinos, juntos o por separado, (agua de mar, algas, barro y otras sustancias extraídas del mar) y del clima marino como agente terapéutico. El agua se recoge lejos de la orilla, se depura y esteriliza para garantizar la ausencia de agentes patógenos antes de su aplicación en los distintos tratamientos.

La palabra talasoterapia etimológicamente proviene del griego thalasso (mar) y therapeia (terapia), y se debe al médico francés Bonnardiere de Arcachon (1869).

La historia de la talasoterapia es paralela a la historia de las aguas termales. Los héroes de las epopeyas de Homero, por ejemplo, salían del mar plenos de energía. Los médicos de la antigüedad, desde el padre de la medicina, Hipócrates, hasta Avicena, pasando por Celso y Galeno explicaron las virtudes terapéuticas del mar y lo recomendaron fervorosamente para recuperar la salud perdida. Existen escritos de Hipócrates que recomienda la utilización del agua del mar como terapia para algunas dolencias. En Egipto, se utilizaba la talasoterapia, y aparecieron papiros en los que se hablaba del poder del clima y los lodos del Nilo. En la época romana tiene su auge la talasoterapia. Al igual que el termalismo, y el estudio de nuevos tratamientos con aguas minero-medicinales repercuten en el estudio y aplicaciones marinas. En Europa, durante la Edad Media, se desprestigió la sabiduría clásica que relacionaba el contacto con la naturaleza y las costumbres higiénicas con el cuidado de la salud. En la época Medieval comienza a decaer su utilización hasta llegar al siglo XVIII, que renace su interés y surgen nuevas técnicas de aplicación del agua de mar. En el siglo XVI, el rey de Francia Enrique III recibió tratamientos marinos por consejo de su médico Ambrosio Paré. Por entonces se atribuían a los baños marinos efectos fortificantes, astringentes, resolutivos, antipiógenos, entre otros muchos. Su formulación se debe al médico británico Richard Russel que desarrolló, a mediados del siglo XVII, el primer tratado médico de curas marinas, un importante libro sobre talasoterapia (1760), titulado El uso de agua de mar en las enfermedades de las glándulas que alcanzó un gran éxito en toda Europa. Observó Russell que las personas, y en especial los niños, que habitaban en los pueblos costeros tenían en general mejor salud que los del interior, por lo que recomendó los baños de mar e incluso la ingesta de agua marina. En su libro escribió que a su consulta llegaban niños débiles, pálidos, a los que devolvía la salud únicamente con baños de mar.

Los éxitos de Russell le sirvieron para que la familia real británica le nombrara uno de sus médicos, lo que también hicieron muchos otros miembros de la nobleza inglesa. El aval de la monarquía provocó que la cura marina se difundiera por toda Gran Bretaña y por otros países del continente como Francia, Holanda y Alemania.

En el siglo XIX comienza a utilizarse la talasoterapia en el sector turístico, haciendo que esta técnica se conozca más y aumente su demanda, apareciendo las grandes villas de salud, en las que se aplicaba esta técnica al igual que el termalismo.

La talasoterapia es actualmente una técnica oficialmente reconocida en todos los países desarrollados. En los balnearios y centros de talasoterapia trabajan competentes equipos médicos y son visitados por un público variado: desde deportistas de élite que desean recuperarse rápidamente de una lesión, a gente común con problemas circulatorios, reumáticos, de estrés, etc.

A finales del siglo XIX, el francés René Quinton hizo públicas sus teorías sobre unas "constantes biológicas" que serían comunes a todos los seres vivos, basándose en el origen marino de todos ellos. A pesar de no contar con ninguna prueba de la existencia de estas constantes, diseñó una solución salina basada en el agua de mar y empezó a comercializarla, afirmando que era capaz de curar enfermedades como la tuberculosis, el cólera o la diarrea.y desde principios del siglo XX, comenzó a extenderse su práctica. Numerosas poblaciones costeras vieron crecer hoteles balnearios dedicados a ofrecer al público todo tipo de servicios relacionados con la talasoterapia.

Hasta la fecha, la comunidad científica no ha encontrado ninguna prueba de la efectividad de esta terapia, que a menudo se combina con la helioterapia. Sus partidarios actuales la defienden basándose en la similitud entre el plasma sanguíneo humano y el agua marina.

El agua de mar, y por extensión la talasoterapia, ha sido siempre un recurso terapéutico muy importante para paliar diferentes enfermedades. Por una parte, como coadyudante de métodos terapéuticos convencionales y por otra, como factor importante en la prevención de secuelas e invalideces. Alteraciones del aparato locomotor, en los procesos degenerativos como artrosis, artritis, lesiones de partes blandas, tendinitis, contracturas musculares, fibromialgia, problemas de espalda, cervicales, lumbares, ciáticas, recuperación funcional después de fracturas, operaciones ortopédicas, operaciones traumatológicas, secuelas de lesiones y muchas más. Estados de fatiga funcional, (agotamiento, estrés u otros análogos). Psicología: estados de ansiedad o alteraciones del estado de ánimo. Dermatología: Psoriasis, Eczemas, dermatitis atópica, acné. Procesos de vías respiratorias: rinitis, sinusitis, bronquitis, asma. Neurología: secuelas de accidentes cardiovasculares, Parkinson. Déficit vasculares, como son las varices. Odontoestomatología: problemas con las encías, por ejemplo. Ginecología: trastornos menstruales, menopausia.

Medicina preventiva, esto es, la conservación del estado de la salud, el mantenimiento y la puesta en forma, o la promoción de la salud. Medicina del deporte, (tratamiento de lesiones, preparación y recuperación postcompetición). Programas perinatales, anticelulíticos, antiedad, relajantes, etc.

Existen situaciones en las que la realización de la talasoterapia se desaconseja con el fin de evitar un agravamiento o descompensación de la enfermedad. Muchas de las contraindicaciones admiten matices. Las insuficiencias orgánicas graves o descompensadas: estados caquécticos, procesos reumatológicos agudos, procesos respiratorios descompensados, patología aguda de corazón reciente, IAM, angina?, flebitis o trombosis venenosa reciente, insuficiencia de hígado o de riñón muy avanzados, enfermedades psiquiátricas en brote, etc. Procesos infecciosos activos. Fiebre. Úlceras o heridas abiertas en la piel. Procesos tumorales malignos. Primer y último trimestre de embarazo.