Moisés Inácio de Mendoça, de nacionalidad brasileña, cumplirá 2 años y 3 meses de prisión por cada uno de los atracos violentos a punta de pistola cometidos en una sucursal bancaria del centro de Ourense, en una farmacia ubicada frente a la Comisaría Provincial y en otros tres establecimientos de la capital. El acusado confesó en un primer momento los hechos –su propia madre entregó a la Policía el arma de fuego– y actuó acuciado por su grave adicción a las drogas. Estas dos atenuantes han rebajado la pena desde los 25 años de prisión que el ministerio fiscal reclamaba inicialmente. En total, el autor confeso de estos crímenes cumplirá once años de prisión.

El atracador cometió la cadena de robos en apenas dos meses a finales de 2010 y principios del año pasado. Los botines que obtuvo fueron cuantiosos. Cerca de la hora del cierre, el 12 de noviembre de 2010, el acusado irrumpió con gorra de camuflaje en una céntrica sucursal bancaria –ya desaparecida– de la calle Sáenz Díez. El brasileño se acercó al mostrador, exhibió la pistola a la cajera y consiguió llevarse casi 3.800 euros de botín.

Once días más tarde actuó de madrugada. El atracador acudió a un establecimiento de A Ponte y conminó a la empleada a que le diera todo el dinero. La trabajadora le dio una cantidad que al acusado no le bastó. Apuntándola con la pistola le exigió más y la mujer se vio obligada a darle el efectivo escondido bajo la caja registradora. El atracador se dio a la fuga con un total de 1.230 euros.

El brasileño interrumpió su ansia de robar hasta el mes de enero de 2011. De nuevo en el barrio de A Ponte, el acusado escogió una panadería de la calle San Rosendo. Tras dirigirse a la empleada sosteniendo el arma, la obligó a introducir todo el dinero de la recaudación en una bolsa de plástico.

A finales de mes actuó casi a la puerta de la Comisaría Provincial. En una farmacia situada al otro lado de la calle, el hombre abordó a la empleada de una farmacia y le pidió todo el dinero aproximándole una bolsa. El acusado no se conformó con el dinero de una de las cajas registradoras y le pidió más. Advirtió a la mujer que "era capaz de matarla a sangre fría". La farmacéutica obedeció, cogió el efectivo de otra registradora y se lo entregó al atracador brasileño. Durante esta operación, el hombre encañonó a la empleada colocando la pistola en la sien. Los hechos fueron presenciados por una señora de la limpieza a la que el atracador obligó a sentarse en una silla bajo amenazas de muerte. Todo por 800 euros de botín.

Arrastra a una clienta

Su último delito del historial de atraco tuvo lugar cinco días más tarde en una frutería de la Avenida de Santiago. El atracador entró en el local a última hora de la tarde y, en esta ocasión, se dirigió a una clienta encañonándola con el arma en el costado para arrastrarla, acto seguido, hasta la esquina del mostrador. Moisés Inácio se dirigió después a la propietaria a la que exigió todo el dinero y que lo introdujera en la misma bolsa de plástico. La mujer le dio 64 euros pero el acusado quería más. Le exigió que abriera otra caja, donde había 20 euros más. El acusado no se conformó y, con violencia, amenazó a la dueña y a la clienta con pegarles un tiro. Las dos le entregaron sus carteras pero, como no tenían efectivo, el brasileño insistió en su amenaza. Cinco minutos más tarde abandonó el local.

La Policía lo detuvo cuando salía de su casa media hora después con la cantidad del atraco en la frutería. Ese mismo día, la madre del acusado entregó a los agentes el arma detonadora de 9 milímetros empleada en todos los hechos, un cargador y prendas de vestir que lo incriminaban. Además de la exigua pena de cárcel, el brasileño tendrá que compensar a la entidad bancaria y una de las comerciantes que reclamó el dinero robado.