La diócesis de Ourense permaneció vacante durante dos años. En ese tiempo, fueron muchos los nombres que se barajaron para que se hicieran cargo de la sede, como Raúl Berzosa, Atilano Rodríguez y Murgui Soriano, entre otros. Algún párroco gallego no aceptó, abrumado por la responsabilidad que conlleva el cargo, a una edad determinada.

–Usted se siente con energías suficientes para asumir el reto.

–Desde que soy sacerdote, cuando mi obispo me ha pedido una cosa, aunque en alguna ocasión me ha sido costosa, siempre he procurado obedecer. En este caso cuando inesperadamente me llama el señor nuncio, Renzo Fratini, para entregarme una carta en nombre del Santo Padre, comunicándome que me hacía obispo de Ourense, la sorpresa ha sido extraordinaria, por mi parte. Ya no sopesé si era grande la responsabilidad, que lo es, porque me tranquilizó de forma inmediata el señor nuncio, al decir que si la Iglesia se fiaba de mí, a través del Santo Padre, es que tenía posibilidades de ejercer el ministerio episcopal.

–Consta que alguna decisión le costó lágrimas.

–En los 32 años que llevo de sacerdote, algunas decisiones han sido complicadas.

–Eso quiere decir que es un hombre sensible.

–Si hay que decidirse entre sensible y corazón, yo creo que soy una persona que tiene corazón.

–Usted tiene una relación fraternal con el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, por eso pidió que presida la toma de posesión.

–No se trata de una relación fraternal, Julián Barrio es mi arzobispo y es el arzobispo de Galicia. Hay una razón litúrgica y eclesiológica, en la cual el metropolitano es el que preside la consagración episcopal de uno de los sacerdotes que es promovido a ocupar una sede que forma parte de la provincia eclesiástica. El señor nuncio vio que era una posibilidad interesante, cuando yo le propuse que el consagrante principal fuera el arzobispo, y me dijo: "Ustedes seguramente van a utilizar la liturgia en lengua gallega, y yo tengo algunas dificultades". Entonces se adoptó esa decisión. Julián Barrio lo recibió como un gran honor y una gran alegría.

–¿Puede contar alguna anécdota de Julián Barrio?

–Me cautivaba la ternura con la que atendía y cuidaba a sus padres, a Don Julián y a doña Leo, que vivían con él en el Seminario.

–En algunos medios se ha reflejado que usted procede de una rama del Opus Dei, que contemplan como "un grupo de presión dentro de la Iglesia", de promoción para alcanzar el éxito.

–Evidentemente, han salido noticias de todo tipo. Se ve que la gente está muy confundida, con respecto a ciertos temas eclesiales. Desde que soy diácono, pertenezco a la sociedad sacerdotal Santa Cruz. Nació un poco antes, pero fue impulsada por el Concilio Vaticano segundo, para ayudar a los sacerdotes diocesanos del mundo entero. En nada los sacerdotes diocesanos dejan de ser diocesanos por pertenecer a una asociación sacerdotal. Obviamente, está vinculada con el Opus Dei, en el aspecto espiritual. No hay ninguna vinculación de gobierno. La prelatura del Opus Dei no tiene ninguna autoridad de gobierno o jerárquica, entre los miembros de la sociedad sacerdotal Santa Cruz; la tienen nuestros obispos respectivos.

–Hay quien cree que el Opus Dei es un grupo elitista, que se encuentra lejos de la realidad.

–Aquí en España siempre ha habido unas connotaciones muy peculiares, desde el punto de vista social e incluso político, que han marcado esta institución de la Iglesia. En otros países, si usted va al extranjero, se dará cuenta de que las connotaciones no son esas. Hoy en día, los grupos, los movimientos y las asociaciones están comprobando que está ayudando mucho al ritmo apostólico de la Iglesia, y el Papa cuenta con ellos para la nueva evangelización. Lo que tenemos que hacer en la Iglesia no es restar, sino sumar.

–Usted ha tenido un gesto esperanzador durante el acto de presentación en Santiago, al hablar de paro y de pobreza... Con eso demuestra que tiene los pies sobre la realidad.

–¿Quién no se sitúa en la realidad, viendo la situación tan dramática de mucha gente que ha perdido el trabajo, o que lo busca y no lo encuentra, o que tiene un trabajo basura, con una nómina exigua y miserable? Cualquier sacerdote que tenga un poco de sensibilidad, se dará cuenta de la realidad que estamos viviendo en Cáritas. Quien no tenga esa sensibilidad, ese sí es un hombre que no pisa la tierra.

–Históricamente, la diócesis de Ourense ha tenido algún problema por la politización del clero. El párroco de Tamaguelos, Don Felisindo –ya fallecido–, y Julio Rodríguez estuvieron vinculados con el PP, y el cura de Vilardevós, Digno González, y el de Piñor de Cea, Antonio Fernández, se presentaron a las elecciones en las listas del PSOE. ¿Los curas deben elegir entre la sotana y el bastón de mando municipal?

–El ejercicio del ministerio sacerdotal es tan importante y tan apasionante que es difícil que se pueda conciliar con otra actividad de tipo social y menos política. Por otra parte, desde el momento que el sacerdote tiene que ser vínculo de unión entre todos sus feligreses, si se presenta por una opción política determinada –a nivel particular es libre para tomar cualquier opción política, siempre y cuando sea correcta–, puede ser vínculo de desunión. Por eso los presbíteros, los religiosos y los sacerdotes no deben concurrir a las elecciones como candidatos. Y tienen que ser respetuosos con las opciones políticas de sus feligreses. Yo no conozco la situación concreta de esos sacerdotes. Evidentemente, iré conociendo las cosas de la diócesis poco a poco. Pero desde luego, el sacerdote que trabaje en su ministerio sacerdotal con pasión, tiene muchas dificultades para compatibilizarlo con otras actividades.

–El cura de Piñor de Cea, Antonio Fernández, fue suspendido recientemente por el administrador apostólico, Quinteiro Fiuza. Luego fue repuesto en sus funciones, tras dimitir como concejal. ¿Usted da ese tema por zanjado?

–Repito, que de momento no estoy al tanto de esas cosas que han sucedido en la diócesis.

–¿Los vicarios de la diócesis pusieron sus cargos a disposición?

–Todavía no lo han puesto, porque hasta el sábado, cuando tome posesión el nuevo obispo, hay un administrador apostólico de la sede. Junto con el administrador apostólico, la Sede Auriense está siendo gobernada pastoralmente. Lo pondrán en los próximos días, porque con un nuevo obispo comienza un nuevo gobierno pastoral.

–Algunos de ellos piden el relevo, debido a que llevan muchos años.

–En las dos reuniones que hemos tenido, no se trató ese tema. Yo estoy abierto a cualquier proposición que me hagan, pero a partir del día 13, que es lunes. Lo digo porque a algunas personas el número 13 les resulta un poco molesto.

–¿A usted no lo inquieta?

–Absolutamente nada, es mi número favorito. Ojalá me tocara la lotería el día 13.

–¿Le tocó la lotería alguna vez?

–No, ojalá me tocara; por lo menos pagaba los pufos que tengo: la hipoteca del piso de mis padres. ¿Usted qué cree? Por ser obispo, las cosas no vienen de arriba.

–¿Hará una renovación muy profunda en el equipo de vicarios?

–¿Cómo dice usted eso? Yo todavía no he llegado a Ourense. Primero hay que llegar, hay que tomar posesión y hacerse con la realidad. Y, evidentemente, mejor que yo conocerán la diócesis los señores vicarios que una persona que va de fuera.

–¿Qué conoce usted de la diócesis de Ourense?

–Conozco la catedral. El día 1 de septiembre celebré por primera vez misa en la catedral de Ourense, porque asistí a la boda de unos amigos míos.

–Algunos curas reclaman que usted realice un compromiso de permanencia, después de que los últimos obispos se proyectaran hacia otros destinos, tras permanecer cinco años en Ourense.

–A veces la providencia de Dios escoge a algunos eclesiásticos y los mueve de un sitio para otro. Tenemos que estar a disposición... Ahora, yo le aseguro a usted que en estos momentos mi horizonte vital está puesto exclusivamente en Ourense.

–Para usted será un halago que le pidan un compromiso de permanencia.

–Es que yo me voy a quedar en Ourense, el tiempo que la providencia me mande, hasta mi retiro, claro, si el Señor no me llama antes, cuando me muera. Tanta estabilidad tengo, que el otro día renové mi testamento, cambiando una voluntad testamentaría, por lo que mis libros van para el Seminario del Divino Maestro de Ourense y si me muero, en lugar de enterrarme en la catedral de Santiago como canónigo, me enterrarán en la catedral basílica de Ourense.

–El compromiso es total.

–El compromiso es total. Yo me he puesto a disposición del Santo Padre, para lo que él me ha pedido, que fue ser obispo de Ourense. En mi horizonte personal, yo no tengo otras apetencias.

–¿La Iglesia se sintió agredida por el gobierno de Rodríguez Zapatero, al impulsar el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto de menores sin consentimiento de los padres y por la educación para la ciudadanía?

–La Iglesia no se siente agredida por nadie, porque tiene en sí unas entrañas de eternidad. Ha vivido siempre con instituciones políticas de cualquier género. Por lo tanto, sea un gobierno o sea otro, la Iglesia permanece. Y los gobiernos cambian, cómo ve usted.

–¿Qué relación ha tenido usted con el presidente del episcopado español y cardenal, Antonio María Rouco Varela?

–Rouco Varela ha sido mi arzobispo en Santiago durante más de diez años. Don Antonio siempre ha mantenido un cariño muy especial hacia esta diócesis. Vino aquí de joven, como obispo auxiliar, y luego fue arzobispo de Santiago durante muchos años. El cariño a la primera diócesis permanece. Don Antonio nos conoce por nuestro nombre propio, aunque a mí me ordenó Don Ángel Suquía.