Las zonas más escarpadas de las sierras do Quinxo, Pisco, Santa Eufemia, Camba, San Mamede y Queixa corren "peligro de desertización", por el arrastre de tierras fértiles que se produce a consecuencia de las fuertes precipitaciones, después de haber sufrido incendios forestales. El técnico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Serafín González, explica que la situación se podría paliar esparciendo paja sobre la superficie afectada, a raíz del éxito que tuvo el experimento realizado el año pasado en la serra de Camba por el mencionado organismo. Pero el problema es que "no hay las 25.000 toneladas de alpacas para cubrir las 11.000 hectáreas de superficie calcinada en espacios protegidos de la provincia de Ourense, de los que 4.000 corresponden a Manzaneda, 3.000 a Chandrexa y 4.000 al parque del Xurés.

Todas estas zonas, correspondientes a espacios que cuentan con distinto nivel de protección, tienen en común que son áreas de montaña, con fuertes pendientes en parte de la superficie calcinada, con la única excepción de las cumbres y del fondo de los valles. "Las laderas permanecen desnudas, al faltarles la vegetación y las raíces que sujetaban la capa fértil, por lo que se encuentra indefensa, ante la fuerza de las lluvias torrenciales", indica Serafín González.

El investigador del CSIC alerta de que los incendios tienen un carácter acumulativo. "Cuando se concentran varios fuegos sobre la misma zona, en años sucesivos, no permiten que se recupere el suelo ni la vegetación. Y si son demasiado recurrentes, como pasa en la provincia de Ourense, conducen a una erosión cada vez más grave. En muchas zonas se ha perdido la capa fértil del suelo, solo queda arena, y en otras se muestra la roca desnuda. Es un fenómeno de desertización". Esa es la razón por la que buena parte de la provincia de Ourense figura en las estadísticas como "territorio de elevado riesgo de erosión".

Ourense se encuentra "a la cabeza" de las estadísticas de incendios de Europa, en cuanto a superficie quemada y a número de fuegos por temporada, algo que "no se corresponde con sus características climáticas", señala Serafín González. Y relaciona esta circunstancia, con que "se continúe utilizando el fuego como una herramienta de trabajo, para aprovechar los pastos y la caza, de la misma forma que se hacía en el Neolítico".

Más que tirar piedras contra su propio tejado, el investigador del CSIC sostiene que los ganaderos y cazadores que recurran a este tipo de prácticas "están dañando los cimientos de su propia casa", mediante un proceso "muy grave, que genera un empobrecimiento paulatino de los suelos, de los que dependen los ecosistemas agrícolas y forestales". El arrastre de ceniza, sedimentos y nutrientes genera turbidez en los ríos. Eso contribuye a que se colmaten los embalses y aparezca la eutrofización, como sucedió en As Conchas. Los embalses de Chandrexa, Cenza y del Navea y Bibei serán los más castigados.