O Carballiño teme que el pulpo Paul ya haya sido incinerado, al no haber recibido respuesta a la petición realizada por el alcalde, Carlos Montes, que pretendía mostrarlo disecado en el Museo do Pulpo que pretende abrir la institución local en Arcos. Pese a que no tiene certeza sobre la suerte que ha podido correr el cefalópodo, Montes considera "poco probable" que se lo cedan, porque el pulpo se ha convertido en "una especie de celebridad nacional" para Alemania, al predecir las sucesivas selecciones que se fueron imponiendo en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica.

A medida que pasan los días sin respuesta, las pocas esperanzas que albergaba el alcalde de O Carballiño se desvanecen. "Cuando fuimos allí le hicimos la propuesta, pero no lo dejan venir porque prácticamente se ha convertido en un tema de Estado y quieren que siga siendo patrimonio alemán".

Estrella

Después de que fallaran los dos primeros intentos de "fichaje" de la estrella del mundial en el que la selección española se proclamó campeona, consistentes en pujar con 30.000 euros para traer al célebre cefalópodo vivo y luego la de lograr sus restos de forma gratuita, tras su muerte, para que pudiera prolongar sus momentos de gloria en el museo, ahora Carlos Montes está dispuesto a realizar una tercera tentativa –en el caso de que se confirme que el "oráculo animal" haya sido incinerado–, consistente en pedir una pequeña porción de sus cenizas, para que puedan presidir el Museo do Pulpo en Arcos.

Pese a todas las contrariedades, Carlos Montes confirma que Paul tendrá un lugar preferente en el futuro museo, en el que se podrán ver fotografías, videos, objetos y páginas completas de diarios, citando el nombre de O Carballiño –por la puja de 30.000 euros que realizó un empresario para traerlo–, que le dedicaron 1.200 periódicos como The Washington Post, The New York Times, The Wall Street Journal, The Times, Corriere della Será, Le Monde y Bild Zeitung.

Verano caliente

El alcalde de O Carballiño reconoce que pasó un "verano caliente", por las 250 entrevistas que le hicieron medios de comunicación de Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, Suiza, Dinamarca, Argentina, Brasil, Estados Unidos, Bolivia, Perú, Honduras, Nova Zelandia, Australia, Japón, China y Sudáfrica, entre otros.

El balance del flirteo de O Carballiño con la "estrella" que cultivó más simpatías en el Mundial de Sudáfrica fue "magnífico", según el regidor, al constituir "una campaña promocional muy buena que costó "cero euros". Gracias al pulpo Paul "se habló de esta villa en todo el mundo". Y la Festa do Pulpo del pasado verano "consiguió reunir a más de 100.000 personas", al lograr un incremento de concurrencia del 30%. Entre las personalidades invitadas, se encontraban el concejal de Deportes de Oberhausen, el gerente de Turismo y la gerente del acuario, además del ministro de Fomento español, José Blanco, y el secretario general del PSdeG, Manuel Vázquez.

Como compensación, O Carballiño contempla la posibilidad de dedicarle la próxima Feira do Pulpo a Alemania, por ser el país al que fue a buscar "un mejor medio de vida", en su momento, el 15% de los emigrantes de la comarca ourensana.

Carlos Montes considera que la selección española no se puede considerar deudora de que el pulpo Paul le haya dado suerte para ganar su primer mundial, por atribuirle la victoria a la "enorme calidad que tienen los jugadores". Pero en cambio, reconoce que ha sido "un embajador de lujo" para que la fiesta gastronómica de O Carballiño se pudiera proyectar al ámbito internacional. "En la edición de este año hemos notado mucha afluencia de alemanes", resalta.

La localidad en la que se ubicará el Museo do Pulpo, Arcos, es el lugar que mejor entiende el cefalópodo de Galicia, desde el punto de vista gastronómico. Un total de 36 familias de ese pequeño pueblo viajan por toda la comunidad autónoma con sus calderas de cobre para cocer el pulpo en ferias y fiestas, llegando ocasionalmente a Madrid, Barcelona y a otras grandes ciudades españolas.

La tradición carballiñesa del pulpo se inició en la Edad Media, cuando los monjes del monasterio de Oseira recibían el producto semiseco o seco, como tributo, que le enviaban desde el puerto de Marín.