Mario Conde presentó ayer con notable éxito en Ourense un libro en el que explica sus vivencias en la prisión Alcalá Meco, donde permaneció quince años por el "caso Banesto". Entre los seguidores del malogrado banquero, que ahora cuenta con una vivienda en Chaguazoso (A Mezquita), se encontraban el presidente de la Diputación de Ourense, José Luis Baltar, el presidente de la CEO, Francisco Rodríguez, y el escritor Alfredo Conde, con el que tiene vínculos de tipo familiar.

Al responder a una pregunta que le formularon sobre su estancia en prisión, durante la presentación que hizo en la Feria del Libro de su último trabajo, "Mario Conde. Memorias de un preso", el ex banquero reconoció que había sentido "calor en verano, frío en invierno, en muchos casos rabia, en otros el peso de la ausencia, en otros miedo por lo que estaría pasando en mi casa, mucha pena el día de Nochebuena, mucha pena el día que no me dejaron asistir al aniversario de mi padre, mucho susto cuando entré el 29 de julio, al plantearme qué pensarían mis hijos, mi mujer y mis amigos de una condena de veinte años, y una alegría enorme el día que salí".

El ex banquero narra en el libro las sensaciones que tuvo en el momento que recuperó la libertad: "Seguí caminando y llegué al control. Me despedí del funcionario, crucé la raya y pisé la libertad. Miré hacia atrás. Recuerdo en mi retina la imagen de aquel día caluroso y soleado. No sentí ni una brizna de rencor. Sonreí. Diez años de mi vida quedaban detrás, y algunos de ellos prendidos de aquellos muros, de aquellos alambres, de aquellos olores, de aquellos gritos enloquecidos, de aquellas madrugadas serenas y de algunos que se alegraron de que aquel fuera el último día de mi vida como prisionero de Alcalá Meco. De momento había ganado, porque había conseguido soportar lo insoportable y tolerar lo inevitable sin el menor daño interior. Ahora me sentía libre, pero libre de verdad".

Mario Conde admite que tuvo que hacer un psicoanálisis antes de escribir su cuarto libro. "Me dije: Mario, ¿estás cabreado?, ¿tienes rencor?, ¿quieres venganza?; entonces no escribas, porque la pluma con la que escribas, la mano que la mecerá, será una mano mala".

Conde reconoce en el primer capítulo del libro que lo primero que hizo al entrar en la celda fue leer el auto de ingreso en prisión, que le hizo "mucha gracia", porque era "una cosa de despropósito". Justificada su ingreso, argumentando que "existía alarma social", tras la constitución de una comisión en el Parlamento. Y el autor explicó que como en la cárcel había poco papel, lo utilizó para realizar anotaciones por la parte de atrás de los folios, después de realizar un amago sobre la posibilidad de darle un destino fisiológico. Entre las muchas anécdotas que contó durante su intervención, Mario Conde hizo referencia a la percepción de una escena de sexo entre dos guardias civiles en la garita de vigilancia, un varón con una mujer, a las cuatro de la madrugada, que fue aplaudida por los reclusos. Conde recordó que su padre le había entregado un libro cuando era un muchacho y le dijo: "¡Hijo, lee; el libro es un arma que te servirá para abrirte camino en la vida!".