Son muchos los hilos que forman el tejido cultural de Galicia y de toda España. Atrás quedan aquellas épocas en las que, cuando las faenas en el campo acababan, varias mujeres se reunían, casi siempre de noche, para bordar. Entre todas pagaban la luz, compartían confidencias y el fino picado de los palillos se mezclaba con risas y amoríos. Hasta los años cincuenta, era costumbre transmitir de madres a hijas la técnica del bordado, ya que se consideraba esencial para una buena formación femenina.

Con todo, hoy aún quedan mujeres que ven el arte del bordado como algo que se puede adaptar a los nuevos tiempos. Y quieren demostrárselo a aquellos que ven los trabajos artesanales como de otra época. Por eso Palilleras Barrocás reúne por segundo año consecutivo a artesanas de toda la geografía. Desde la República Checa, Madrid o Noia llegan a Ourense mujeres que practican el bordado para intercambiar diseños y nuevas técnicas. El congreso "Punto de encontro" acogerá una exposición de bordados, dos conferencias y seis seminarios de las distintas técnicas.

Origen y tradición

Se barajan varias hipótesis sobre la entrada del encaje en España. La llegada por mar de lino, los emigrantes irlandeses o la influencia del Camino de Santiago son algunos de los factores que, se cree, pudieron favorecer la llegada de esta práctica. De lo que no cabe duda es de que durante los primeros años del siglo XX el oficio de palillera fue uno de los más comunes entre las mujeres de la costa.

Hoy esta práctica acoge a todo el mundo. Teresa Guzmán llegó a Ourense desde Málaga para participar en los seminarios. Ella se dedica profesionalmente al encaje. Es monitora y tiene alumnas entre los 7 y los 80 años. Aprendió de su madre y de su abuela, que bordaban, no para el comercio, sino para el ajuar familiar. Su hija también se ha interesado por los bolillos "aunque es profesora de informática y no tiene mucho tiempo".

Pero no sólo la transmisión de madres a hijas está en la base de esta práctica. Mariluz Monzón, natural de Madrid, aprovecha sus vacaciones para venir al encuentro. Su pasión por el encaje le llegó de casualidad a través de un anuncio. Ella misma se define como "funcionaria de día y bolillera de noche".

Cada persona busca algo diferente en el bordado. Mariluz Monzón dice que consigue desconectar del trabajo. Por su experiencia, Teresa Guzmán mantiene que se recupera una forma de relacionarse, "las mujeres van para pasarlo bien".

La rentabilidad de estos productos es relativa. "Ninguna actividad artesanal se puede pagar" sostiene Ana Castro, monitora del seminario "Macramé e as cores". Tantas horas de trabajo, se compensan con poder hacer algo que les gusta.

Los trabajos artesanales son parte importante del entramado cultural de una sociedad y deben perdurar en el tiempo, recuperarse y renovarse.