X.M. del Caño / OURENSE

El arqueólogo ourensano Marcos Martinón-Torres resalta en un estudio que Galicia vivió "una verdadera fiebre de oro" en el siglo XVII, entre 1606 y 1609, que llevó a la tumba, a la cárcel o colocó ante los tribunales de justicia a muchos buscadores de tesoros no autorizados. El detonante de la euforia fue el permiso que le concedió el rey Felipe III al clérigo indiano Pedro Vázquez para que excavara las mámoas que se encuentran en el noroeste peninsular, después de que lo convenciera de que este tipo de monumentos funerarios tenían oro y plata, como los de América, de donde él acababa de regresar. Y a cambio del permiso, el monarca se reservaba la mayor parte de los hallazgos.

Al trascender la noticia, cientos de gallegos empezaron a excavar las mámoas y se desató "una fiebre de oro espectacular", por lo que hubo numerosas denuncias de la población contra los supuestos "violadores de mámoas", a los que le atribuían grandes fortunas, a pesar de que está demostrado que no contenían oro.

Como había peleas, sobornos y asesinatos por excavar mámoas, para buscar un oro que no existía, el rey decidió poner horcas al lado de ellas, para que la gente comprendiera a lo que se arriesgaba, si se ponía a excavar ilícitamente, explica Marcos Martinón.

A modo de anecdotario, se puede recordar que algunas personas llevaban agua bendita para excavar mámoas, otras se decantaron por ir acompañados por hechiceros y brujos, mientras que otros sostenían que habían encontrado a "una moura", figura que aparece documentada en esa época por primera vez.

Como no había quien parase la expoliación de mámoas, Felipe III determinó que si los responsables judiciales de cada distrito no atrapaban a los culpables de las excavaciones ilícitas de las mámoas, que los metería a ellos en la cárcel. "A partir de ese momento, le empezaron a mandar culpables al rey, independientemente de que lo fueran en realidad o no. Los acontecimientos que se dieron alrededor de la fiebre del oro son una verdadera novela", resalta Martinón.

Tras estudiar la documentación del proceso judicial sobre esta materia, que se conserva en el Archivo del Reino de Galicia en A Coruña, Marcos Martinón llegó a la conclusión de que la fiebre del oro "tuvo que resonar en cada aldea y en cada pueblo de Galicia, por los miles de documentos judiciales que generó".

El rey extremó las medidas de represión y castigo, "porque pensaba que el oro (inexistente) de las mámoas podía solucionar el problema de las arcas de la corona".

Pese a la gran cantidad de material prehistórico que destrozaron los buscadores de oro, Martinón considera que hay que sentir "cierta simpatía por ellos", debido a las difíciles condiciones en las que vivían en el siglo XVII. Recuerda que Cunqueiro decía que "mientras mantengamos la creencia de que en una aldea hay un tesoro enterrado, somos ricos".