El Ourense pierde los nervios en el momento más crítico de la temporada. La tensión se masca en el seno del club por la amenaza de descenso, que es más real que nunca tras dos temporadas evitando la caída a Tercera División en el último partido y de carambola. El gol del Lugo, a tres minutos del final de un agónico duelo de rivalidad, encendió los reproches entre los jugadores, que los trasladaron al vestuario -un espacio contiguo a la sala de prensa-. Hubo palabras subidas de tono y un tumulto que se apagó a los pocos segundos. El presidente, Juan Pérez, accedió al vestuario para calmar los ánimos. Al salir atribuyó la desagradable escena al nerviosismo que impera en el equipo.

Por su parte, el técnico del Ourense, Manolo Tomé, declinó hacer declaraciones a la conclusión del partido y optó por abandonar las instalaciones sin explicar su versión del choque -también en la visita a Pasarón acabó tan desencajado que prefirió evitar los micrófonos para no hacer algún comentario improcedente-. Al moañés se le vio muy enfadado con algunas decisiones del árbitro, aunque fue su segundo, Manuel Pérez, el que esperó al colegiado vigués Costas Soto al final del partido para quejarse.

La tarde todavía le deparó un último mal trago al entrenador del Ourense. En el exterior del Ángel Carro le esperaba un reducido grupo de aficionados que le increpó y que pidió su dimisión. El técnico mantuvo la compostura ante el asedio insistente de un aficionado y finalmente efectivos de la Policía Nacional dispersaron a los seguidores rojillos sin que el incidente fuese a más.